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Aomame asintió. Sus charlas siempre se acababan con la misma frase. A<br />

Aomame le pareció que seguramente lo repetía para convencerse a sí misma. Como<br />

si rezara un mantra. «No se preocupe por nada. Nosotras hemos hecho lo correcto.»<br />

Tras asegurarse de que no había ninguna mariposa alrededor, abrió ligeramente<br />

la puerta del invernadero, salió y la cerró. La dueña se quedó atrás, con la regadera<br />

en la mano. Al salir del invernadero, el frescor del aire la hizo extremecer. Olía a<br />

árboles y a césped. Aquél era el mundo real. El tiempo transcurría como de<br />

costumbre. Aomame se llenó los pulmones de aquel aire real.<br />

Tamaru la esperaba en la entrada, sentado en la silla de teca, para entregarle la<br />

llave del apartado de correos.<br />

—¿Ya habéis acabado? —preguntó él.<br />

—Sí —dijo Aomame. Luego se sentó a su lado, recogió la llave y la guardó en un<br />

compartimento del bolso bandolera.<br />

Los dos contemplaron un buen rato los pájaros que venían al jardín, sin decirse<br />

nada. El viento había cesado del todo y los sauces pendían serenamente. Los<br />

extremos de algunas ramas estaban a punto de rozar el suelo.<br />

—¿Se encuentra bien la mujer? —quiso saber Aomame.<br />

—¿Qué mujer?<br />

—Me refiero a la esposa del hombre que sufrió el infarto en el hotel de Shibuya.<br />

—De momento, no se puede decir que se encuentre muy bien —dijo Tamaru<br />

frunciendo el ceño—. Aún se resiente del shock que ha sufrido. No es capaz de hablar<br />

bien. Necesita tiempo.<br />

—¿Cómo es ella?<br />

—Treinta y pocos años. No tiene hijos. Es guapa y simpática. Con bastante estilo.<br />

Pero, desgraciadamente, este verano no se va a poner bañador. Quizás el próximo<br />

verano. ¿Has visto las polaroid?<br />

—Las he visto hace un rato.<br />

—Espantoso, ¿no te parece?<br />

—Bastante —admitió Aomame.<br />

—Es un patrón que se repite con frecuencia. El hombre suele ser alguien<br />

competente a nivel social. Con prestigio, de buena cuna y con un buen historial<br />

académico. De un estatus social elevado.<br />

—Sin embargo, al volver a casa, se transforman súbitamente —pro— siguió<br />

Aomame—. Sobre todo, se ponen violentos cuando beben alcohol. Aunque son el<br />

tipo de hombre que sólo utilizaría la fuerza bruta contra una mujer. Sólo pegan a sus<br />

esposas. Sólo son agradables fuera. En su entorno los consideran hombres de familia<br />

responsables y simpáticos. Aunque sus esposas explicaran y denunciaran la crueldad

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