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preguntado: «Entonces, ¿qué cantidad te parece justa?», a Tengo le habría costado<br />

responder. Para empezar, no sabía si los embustes tenían un precio justo o no. En el<br />

mundo debía de haber numerosos embustes de valor incalculable y otros que no<br />

tendrían quien los pagase. Como parecía que La crisálida de aire todavía seguía<br />

vendiéndose, en el futuro habría más transferencias adicionales, y cuanto más<br />

aumentara la cantidad transferida a su cuenta bancaria, mayor sería el problema.<br />

Porque si aceptaba más remuneraciones, su grado de participación en La crisálida de<br />

aire crecería como hecho consumado.<br />

Pensó en devolverle el millón seiscientos mil yenes a Komatsu al día siguiente<br />

por la mañana temprano. Así evitaría cierta responsabilidad. Seguramente se sentiría<br />

aliviado. En cualquier caso, iba a formalizar el rechazo de esa retribución. Pero con<br />

ello no conseguiría eliminar su responsabilidad moral. Lo que había hecho era<br />

injustificable. Lo único que le proporcionaría devolver el dinero sería un «margen<br />

atenuante». O, por el contrario, puede que acabara haciendo que sus actos parecieran<br />

todavía más sospechosos. Como si dijera «devuelvo el dinero porque me remuerde la<br />

conciencia».<br />

Mientras le daba vueltas al asunto, empezó a dolerle la cabeza, por lo que dejó<br />

de cavilar sobre el millón seiscientos mil yenes. Ya pensaría con calma más tarde. El<br />

dinero no es un ser vivo y aunque lo dejara tal y como estaba no iba a huir. Quizás.<br />

«Ahora lo que importa es cómo enderezar mi vida», pensó Tengo mientras subía<br />

las escaleras del edificio hasta el tercer piso. Había ido a ver a su padre al extremo<br />

sur de la península de Boso y, más o menos, había corroborado que no era su<br />

verdadero padre. Había surgido un nuevo punto de partida en su vida.<br />

Probablemente fuese la ocasión idónea para cortar con los problemas que había a su<br />

alrededor y encauzar de nuevo su vida. Un nuevo trabajo, un nuevo lugar de<br />

residencia y nuevas relaciones personales. Aunque todavía no podía decirse que<br />

estuviera completamente seguro, presentía que sería capaz de llevar una vida algo<br />

más razonable que hasta entonces.<br />

Antes, sin embargo, tenía que ordenar algunas cosas. No iba a dejar tirados a<br />

Fukaeri, a Komatsu y al profesor Ebisuno y desaparecer de repente. Ciertamente, no<br />

tenía ninguna obligación para con ellos. Como le había dicho Ushikawa, habían<br />

incordiado a Tengo hasta la saciedad con todo aquel asunto. Pero aunque lo hubieran<br />

metido medio a la fuerza, sin que él fuera consciente de lo que realmente tramaban,<br />

la verdad es que él se había implicado en el asunto. Ahora no podía decirles: «No sé<br />

qué va a pasar de ahora en adelante. Arreglaos como podáis». Fuera a donde fuese a<br />

partir de aquel momento, quería zanjar las cosas y cubrirse las espaldas. Si no, su<br />

novísima vida tal vez se vería contaminada desde el comienzo.<br />

La palabra «contaminada» le recordó a Ushikawa. «¡Ushikawa!», pensó Tengo<br />

lanzando un suspiro. Poseía información sobre su madre y le había dicho que se la<br />

podría proporcionar.

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