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Fukaeri miró a Tengo con cara de extrañada. En plan, «¿qué estará diciendo este<br />

tipo?». Luego habló.<br />

—Lo vas a conocer ahora.<br />

—Es cierto —admitió Tengo—. Tienes razón. Después de todo, voy a conocerlo<br />

ahora. Podré comprobarlo directamente cuando lo conozca.<br />

En la estación de Kokubunji, un grupo de ancianos vestidos como para hacer<br />

escalada se subió al tren. Eran diez en total; la mitad hombres y la otra mitad<br />

mujeres. Parecían tener entre sesenta y cinco y setenta y cinco años de edad. Cada<br />

uno cargaba con una mochila a la espalda y llevaba un gorro puesto. Eran bulliciosos<br />

y parecían entusiasmados, como un grupo de alumnos de primaria que va de<br />

excursión. Las cantimploras las llevaban a la cintura o metidas en los bolsillos de las<br />

mochilas. Reflexionó sobre si él también se lo pasaría tan bien cuando envejeciera.<br />

Luego hizo un pequeño movimiento de negación con la cabeza. «No, seguramente no<br />

pueda.» Tengo se imaginó a los viejos en la cumbre de una montaña, bebiendo agua<br />

de las cantimploras, todos orgullosos.<br />

A pesar de sus cuerpos diminutos, la Little People bebía muchísima agua. Y no<br />

era el agua del grifo la que les gustaba, sino el agua de la lluvia y el agua de un<br />

arroyo cercano. Por eso, al mediodía, ella cogía un cubo de agua en el arroyo y se lo<br />

daba de beber a la Little People. Cuando llovía, ponía el cubo bajo el canalón y dejaba<br />

que se llenara, puesto que, aunque ambas procedían de la Naturaleza, la Little People<br />

prefería el agua de la lluvia al agua del arroyo. Ellos le agradecían aquel gesto de<br />

amabilidad a la chica.<br />

Tengo advirtió que le costaba mantenerse consciente. No era un buen augurio.<br />

Quizá se debiera a que era domingo. En su interior empezaba a sentir una especie de<br />

confusión. Una funesta tormenta de arena estaba a punto de originarse en algún<br />

punto de la llanura de sus sentimientos. Era algo que le sucedía a veces los<br />

domingos.<br />

—Qué pasa —le preguntó Fukaeri sin entonación interrogativa. Parecía poder<br />

captar el nerviosismo que sentía Tengo.<br />

—¿Podré hacerlo? —dijo Tengo.<br />

—¿El qué?<br />

—¿Podré hablar correctamente?<br />

—Hablar correctamente —preguntó Fukaeri. Parecía no entender bien lo que<br />

quería decir.<br />

—Con el profesor —dijo Tengo.<br />

—Si podrás hablar bien con el profesor —repitió Fukaeri.

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