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Fukaeri movió el mentón sutilmente de arriba abajo. Quería decir que sí hacía<br />

falta.<br />

—Pero La crisálida de aire es tu historia. Tú la creaste a partir de la nada. Ha salido<br />

de tu interior. A mí sólo me encargaron, por casualidad, que revisara la forma del<br />

texto. No soy más que un simple técnico.<br />

—Porque hemos escrito el libro juntos. —Fukaeri repitió las mismas palabras de<br />

antes.<br />

Involuntariamente, Tengo se llevó la yema de los dedos a las sienes.<br />

—¿Quieres decir que desde entonces, sin yo saberlo, he desempeñado el papel<br />

de receiver?<br />

—Desde antes —dijo Fukaeri. Entonces se señaló a sí misma con el índice de la<br />

mano derecha y luego señaló a Tengo—. Yo soy persiver y tú, resiver.<br />

—Perceiver y receiver. —Tengo las pronunció de forma correcta—. Es decir, tú<br />

percibes y yo recibo. ¿No es así?<br />

Fukaeri asintió brevemente.<br />

Tengo torció un poco el gesto.<br />

—Entonces tú sabías que yo era receiver, o que tenía las cualidades para ser<br />

receiver, y por eso mismo me confiaste la corrección de La crisálida de aire. A través de mí,<br />

lo que percibiste tomó forma de libro. ¿No es verdad?<br />

No hubo respuesta.<br />

Tengo dejó de torcer el gesto y, mirando a Fukaeri a la cara, dijo:<br />

—Todavía no he podido determinar el instante concreto, pero seguramente entré<br />

en este mundo de dos lunas a partir de ese momento, más o menos. Hasta hoy me<br />

había pasado inadvertido. Como nunca miraba al cielo de noche, no me había fijado<br />

en que la Luna se había duplicado. Seguro que fue así, ¿no?<br />

Fukaeri guardó silencio. Su silencio flotaba en el ambiente, como un polvillo. Un<br />

polvo que una nube de polillas salidas de un espacio atípico había acabado de<br />

diseminar. Tengo estuvo contemplando las formas que trazaba ese polvo en el aire.<br />

Se dio cuenta de que era como si él se hubiera convertido en la edición vespertina del<br />

periódico de hacía dos días. La información se actualizaba cada día, pero a él no lo<br />

informaban de nada.<br />

—La causa y el efecto parecen haberse entremezclado —dijo Tengo, recobrando<br />

el ánimo—. No sé qué viene primero y qué después. Sólo sé que hemos entrado en<br />

este nuevo mundo.<br />

Fukaeri alzó la cabeza y escudriñó los ojos de Tengo. Quizá fueran<br />

imaginaciones suyas, pero a Tengo le pareció que en las pupilas de la chica se podía<br />

observar vagamente una especie de dulce luz.

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