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—No pienso pedirle tanto, por supuesto —dijo la señora en tono serio. Luego<br />

esbozó una sonrisa superficial, como si hubiera recordado un chiste—. Eso está fuera<br />

de cuestión.<br />

—Hay algo más que me inquieta —le dijo Aomame a la señora, mirándola a los<br />

ojos—. Se trata de la Little People. ¿Qué diantre es eso? ¿Qué le han hecho a Tsubasa?<br />

También puede que necesitemos información sobre la Little People.<br />

La señora le habló sin apartar los dedos de sus cejas.<br />

—A mí también me inquieta. Esta niña apenas puede hablar, pero, como le dije<br />

antes, ha pronunciado unas cuantas veces las palabras «Little People». Quizá tenga<br />

importancia. Sin embargo, no me quiere explicar lo que es. Cuando sale ese tema, se<br />

cierra en banda. Espere un poco más, por favor. También lo investigaremos.<br />

—¿Tiene alguna idea de cómo obtener más información sobre Vanguardia?<br />

La señora esbozó una sonrisa serena.<br />

—No existe nada en este mundo que no se pueda comprar con dinero. Y yo me<br />

he proveído de dinero. Sobre todo con relación a este caso. Tal vez lleve algo de<br />

tiempo, pero obtendré la información necesaria, sin falta.<br />

«Hay cosas que no pueden comprarse por mucho dinero que se tenga», pensó<br />

Aomame. «Por ejemplo, la Luna.»<br />

Aomame cambió de tema.<br />

—¿De verdad piensa ocuparse de Tsubasa y criarla?<br />

—Por supuesto. Tengo intención de adoptarla oficialmente.<br />

—Supongo que ya lo sabe, pero los trámites legales no son tan sencillos, porque<br />

las circunstancias son las que son.<br />

—Me he mentalizado, claro —dijo la señora—. Utilizaré todos los medios. Estoy<br />

dispuesta a hacer todo lo que pueda. No voy a dejar a esta niña en manos de nadie.<br />

En la voz de la señora se mezclaba un eco grave. Era la primera vez que se<br />

sinceraba de tal forma delante de ella, lo cual preocupó un poco a Aomame. La<br />

señora pareció leer en el rostro de Aomame esa especie de recelo.<br />

Luego le habló en voz baja, como si se confesara.<br />

—Hay algo de lo que nunca he hablado con nadie. Lo he guardado en mi pecho<br />

hasta ahora, ya que me resultaba muy duro contarlo. A decir verdad, cuando se<br />

suicidó, mi hija estaba embarazada. Estaba en el sexto mes de embarazo. A lo mejor,<br />

ella no quería dar a luz a ese niño y por eso se quitó la vida junto al feto. Si hubiera<br />

nacido sano y salvo, ahora tendría la misma edad que esta niña. Aquel día perdí al<br />

mismo tiempo dos inestimables vidas.<br />

—Lo siento mucho —dijo Aomame.

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