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—Lo que me está contando me suena a una especie de fraude.<br />

—Las colaboraciones no son algo raro —dijo Komatsu, tras fruncir el ceño—. La<br />

mitad de los manga que se serializan en revistas son fruto de colaboraciones. El staff<br />

saca una idea, crea una historia, la dibuja con trazos simples y, luego, los asistentes<br />

completan los detalles y le dan color. Es lo mismo que elaborar despertadores en una<br />

fábrica. Hay casos parecidos en el mundo de la novela. Por ejemplo, en las novelas<br />

románticas. En muchas de ellas hay un escritor contratado que lo único que tiene que<br />

hacer es crear una historia de ese tipo siguiendo los patrones marcados por la línea<br />

editorial. En otras palabras, es un sistema de división del trabajo, puesto que, si no se<br />

hace así, la producción en masa no funciona. Pero como en el rígido mundo de la<br />

literatura pura esos métodos no se usan de forma abierta, vamos a seguir la<br />

estrategia práctica de dejar a Fukaeri al frente de todo. Si se descubriera,<br />

posiblemente sería un escándalo. Pero no es nada que infrinja la Ley. Estas cosas<br />

están a la orden del día. Además, no estamos hablando de Balzac o Murasaki<br />

Shikibu. Sólo vamos a corregir una obra llena de carencias, escrita por una estudiante<br />

de instituto, para hacer de ella algo decente. ¿Qué problema hay? ¿Qué tiene de malo<br />

si, una vez terminada, la obra es de buena calidad y numerosos lectores disfrutan de<br />

ella?<br />

Tengo reflexionó sobre lo que Komatsu acababa de decir. Entonces midió sus<br />

palabras.<br />

—Hay dos problemas. Seguro que hay muchos más, pero voy a dejarlo en dos.<br />

En primer lugar, la autora, es decir, Fukaeri, todavía no ha dado su consentimiento a<br />

ninguna corrección a manos de un tercero. Si dijera que no, todo el asunto se<br />

quedaría paralizado. En segundo lugar, aunque ella diera su consentimiento, no sé si<br />

seré capaz de reescribir bien su historia. El trabajo en grupo es algo sumamente<br />

delicado y quizá no salga tan bien como usted piensa.<br />

—Sé que puedes hacerlo —dijo de inmediato Komatsu, como si hubiera previsto<br />

esa objeción—. No cabe ninguna duda. La primera vez que leí La crisálida de aire, lo<br />

primero que se me pasó por la cabeza fue «esta historia debe reescribirla Tengo». Es más,<br />

se trata de la historia apropiada para que tú la corrijas. Está esperando a que la<br />

corrijas. ¿No te parece?<br />

Tengo sólo negó con la cabeza. No dijo nada.<br />

—No hay prisa —dijo Komatsu con tono sereno—. Es un tema serio. Piénsatelo<br />

con calma dos o tres días. Y haz el favor de volver a leer la obra. Quiero que pienses<br />

entonces en mi proyecto. ¡Ah! Y también te voy a dar esto...<br />

Komatsu sacó un sobre marrón del bolsillo de su chaqueta y se lo entregó a<br />

Tengo. Dentro del sobre había dos fotografías a color de tamaño regular. Eran fotos<br />

de una chica. Una era un retrato desde el pecho hacia arriba, y la otra, una polaroid<br />

de cuerpo entero. Parecían haber sido tomadas en el mismo momento. Estaba de pie,<br />

delante de unas escaleras. Unas amplias escaleras de piedra. Tenía unas bellas

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