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por lo que el líder sugirió, en un lugar que no fuera fatal nunca nos habríamos<br />

topado. Del mismo modo que la violencia ha engendrado una especie de vínculo<br />

puro.»<br />

Aomame respiró hondo. A continuación alcanzó con la mano la Heckler & Koch<br />

que estaba posada sobre la mesa y verificó su solidez al tacto. Se imaginó que se<br />

introducía el cañón en la boca y sus dedos apretaban el gatillo.<br />

Un gran cuervo apareció inesperadamente en el balcón, se posó sobre la<br />

barandilla y grajeó unas cuantas veces con voz penetrante. Aomame y el cuervo se<br />

observaron uno al otro durante un rato a través de la ventana. El cuervo espiaba la<br />

actividad de Aomame en el piso, moviendo aquellos grandes y brillantes ojos a<br />

ambos lados de la cabeza. Parecía estar infiriendo el significado de la pistola que ella<br />

tenía en la mano. Los cuervos son animales inteligentes. Entienden que ese pedazo<br />

de metal posee un significado relevante. Desconocen el porqué, pero lo saben.<br />

Luego, de igual modo que había aparecido, el cuervo desplegó repentinamente<br />

las alas y se marchó volando. Parecía que había visto lo que tenía que ver. Cuando el<br />

cuervo se marchó, Aomame se levantó del asiento, apagó el televisor y lanzó un<br />

suspiro. Esperaba que ese cuervo no fuera un espía de la Little People.<br />

Aomame realizó los mismos estiramientos de siempre sobre la alfombra de la<br />

sala de estar. Durante una hora atormentó sus músculos. El tiempo transcurrió con el<br />

dolor oportuno. Emplazó, uno por uno, cada músculo del cuerpo y lo inquirió<br />

estricta y minuciosamente. Aomame llevaba grabados en la cabeza el nombre, la<br />

función y la naturaleza de cada músculo. Ninguno se le pasaba por alto. Derramó<br />

mucho sudor, los órganos respiratorios y el corazón trabajaron a toda marcha y sus<br />

sentidos cambiaron de canal. Aomame prestaba atención al flujo de su sangre y<br />

recibía los callados mensajes que sus vísceras emitían. Mientras movía ampliamente<br />

los músculos de la cara, como si estuviera haciendo muecas, digirió esos mensajes.<br />

A continuación, se duchó y eliminó todo el sudor. Se subió en la balanza para<br />

comprobar que no se había producido ningún cambio importante. Frente al espejo,<br />

confirmó que el tamaño de sus pechos y la figura de su vello púbico no habían<br />

cambiado y torció el gesto con fuerza. Era el ritual de cada mañana.<br />

Al salir del cuarto de baño, Aomame se puso un chándal que le permitía<br />

moverse con facilidad. Luego, para matar el tiempo, decidió inspeccionar una vez<br />

más todo lo que había en el piso. Empezó por la cocina. Miró de qué alimentos, qué<br />

vajilla y qué utensilios de cocina disponía. Mentalmente, fue haciendo inventario de<br />

cada cosa. Programó más o menos en qué orden cocinar y consumir las existencias de<br />

alimentos. Conforme a sus cálculos, podría vivir al menos diez días sin pasar hambre<br />

y sin salir de aquel piso para nada. Intentando ahorrar, quizá dos semanas. Le habían<br />

proporcionado suficiente comida para ello.

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