13.05.2013 Views

pablo.pdf

pablo.pdf

pablo.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Aomame sentía que aquel cuerpo caminaba hacia su destrucción. «Este hombre está<br />

enfermo. No sé de qué enfermedad se puede tratar, pero aunque yo no lo liquidara<br />

ahora mismo, su cuerpo se destruiría lentamente, entre intensos dolores lacerantes,<br />

para poco después encontrar una muerte segura.»<br />

—No puedo detener su avance —dijo el hombre, como si le leyera el<br />

pensamiento—. Me devorarán entero, ahuecarán mi cuerpo y sufriré una muerte<br />

dolorosa. Ellos abandonan el vehículo sin más cuando éste se ha vuelto inservible.<br />

—¿Ellos?—dijo Aomame—. ¿A quiénes se refiere?<br />

—A los que devoran mi cuerpo de este modo —respondió el hombre—. Pero da<br />

igual; ahora mismo lo que quiero es que me ayuden a mitigar en lo posible el dolor<br />

real que siento. Lo necesito, aunque no se trate de una solución drástica. Este dolor es<br />

insoportable. A veces... En ciertas circunstancias el dolor se intensifica de una manera<br />

espantosa. Como si estuviera directamente unido al centro de la Tierra. Es una clase<br />

de dolor que sólo yo conozco. Me ha arrebatado muchas cosas, pero al mismo tiempo<br />

me ha proporcionado otras muchas a cambio. Lo que ese dolor profundo y singular<br />

me proporciona es una gracia profunda y singular. Pero eso no mitiga el dolor, por<br />

supuesto. Ni evita la destrucción.<br />

A continuación se hizo un profundo silencio durante un buen rato.<br />

Aomame se dirigió al hombre:<br />

—Le repito que no creo que pueda hacer nada, técnicamente hablando, respecto<br />

a su problema. Sobre todo tratándose del precio que tiene usted que pagar por una<br />

gracia divina.<br />

El líder corrigió su postura y miró a Aomame con aquellos ojillos semejantes a<br />

glaciares situados en el fondo de las cuencas. Luego abrió sus largos y finos labios.<br />

—Sí, hay algo que puedes hacer. Algo que nadie más que tú puede hacer.<br />

—Me alegro de que así sea, pero...<br />

—Lo sé —dijo el hombre—. Yo sé muchas cosas. Si te parece bien, empecemos.<br />

Tú haz lo que siempre haces.<br />

—De acuerdo —dijo Aomame. Su voz sonó tensa y hueca. «Lo que siempre<br />

hago», pensó.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!