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Los días se sucedían. Al cabo de poco tiempo Tengo se hartó de estar esperando<br />

en su piso, sin hacer nada, a que ocurriera algo. Se metió la cartera y un libro en los<br />

bolsillos, se puso una gorra de béisbol y las gafas de sol y salió del apartamento.<br />

Caminó hacia la estación con paso firme, enseñó el abono y se subió en el expreso de<br />

la línea Chūo con dirección a Tokio. No tenía ni idea de adónde iba. Simplemente se<br />

subió en el primer tren que había llegado. Había pocos pasajeros. No tenía ningún<br />

plan en todo el día. Adonde ir, qué hacer (o qué no hacer) dependían exclusivamente<br />

de él. Eran las diez, una calurosa mañana de verano sin viento.<br />

Pensó si no le estaría siguiendo el rastro alguno de los «investigadores» de<br />

Ushikawa y prestó atención. Durante el trayecto hasta la estación, se detuvo de<br />

improviso y se volvió hacia atrás rápidamente, pero no vio a nadie sospechoso. En la<br />

estación se dirigió a propósito hacia el andén que no era, para luego fingir que había<br />

cambiado repentinamente de parecer, variar de rumbo y bajar corriendo las<br />

escaleras. Aun así, no vio a nadie que imitara sus movimientos. El típico caso de<br />

manía persecutoria. Nadie le seguía los pasos. Ni Tengo era una persona de tanta<br />

relevancia, ni a ellos les sobraba el tiempo. Además, ni él mismo sabía adónde se<br />

dirigía y qué iba a hacer. Sin embargo, le gustaría observarse a sí mismo con<br />

curiosidad, y desde una posición alejada, para saber cómo iba a actuar a<br />

continuación.<br />

El tren al que se subió pasó por Shinjuku, por Yotsuya, por Ochanomizu, hasta<br />

llegar a la terminal, la estación de Tokio. Todos los pasajeros se apearon del tren. Él<br />

también se bajó allí. Entonces se sentó en un banco y se puso a pensar qué podría<br />

hacer. «¿Adonde puedo ir? Ahora estoy en la estación de Tokio», pensó Tengo. «No<br />

dispongo de ningún plan en todo el día. Puedo ir a donde me plazca. Parece que va a<br />

ser un día caluroso. Podría ir al mar.» Alzó la cabeza y observó el panel que indicaba<br />

las diferentes conexiones entre los trenes.<br />

Después, Tengo se preguntó qué era lo que estaba haciendo.<br />

Sacudió varias veces la cabeza, pero por más que la sacudiera, aquel<br />

pensamiento no parecía que fuera a desaparecer. Quizás había tomado la resolución<br />

sin darse cuenta en el momento en el que había cogido el tren de la línea Chūo con<br />

dirección a Tokio en la estación de Kōenji. Soltó un suspiro, se levantó del banco, bajó<br />

las escaleras del andén y se dirigió hacia la parada de la línea Sōbu. Cuando le<br />

preguntó a un empleado cómo podía llegar hasta Chikura lo antes posible, éste<br />

consultó un folleto con los horarios. Había un expreso provisional hacia Tateyama a<br />

las once y media y, cogiendo luego un tren normal, llegaría a la estación de Chikura<br />

pasadas las dos. Tengo compró un billete de ida y vuelta y reservó asiento para el<br />

expreso. A continuación entró en el restaurante de la estación y pidió arroz con curry<br />

y una ensalada. Tras el almuerzo, mató el tiempo bebiendo un café poco cargado.<br />

Ir a ver a su padre lo deprimía. Nunca le había caído simpático y tampoco creía<br />

que su padre sintiera un gran afecto por él. Ni siquiera sabía si querría ver a Tengo o<br />

no. Desde que, estando en primaria, Tengo se había negado rotundamente a

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