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—Lo sabrás cuando salga —dijo el de voz de bajo.<br />

—¡Jo, jo! —se burló otro Little People.<br />

—Os puedo ayudar yo también —preguntó la niña.<br />

—¡Por supuesto! —contestó el de voz ronca.<br />

—Nos has hecho un favor. ¡Venga, ayúdanos! —dijo el Little People tenor.<br />

Extraer hilo del aire no era tan complicado en cuanto te acostumbrabas. La niña<br />

tenía dedos hábiles, de modo que enseguida se desenvolvió en aquella tarea.<br />

Fijándose bien, se podían distinguir varios hilos flotando en el aire. Quien quisiera<br />

verlos, los veía.<br />

—Así, como lo estás haciendo. ¡Muy bien! —dijo el que hablaba en voz baja.<br />

—Eres una niña muy lista. Aprendes rápido —dijo el de voz atiplada. Los siete<br />

vestían la misma ropa y tenían el mismo rostro; sólo sus voces eran claramente<br />

diferentes.<br />

La ropa que vestía la Little People era ropa de lo más normal y corriente. Esta<br />

expresión podrá resultar extraña, pero no hay otra manera de describirla. Al apartar<br />

la vista de ellos, uno se olvidaba por completo de cómo era la ropa que llevaban. Lo<br />

mismo se podía decir de sus facciones. No eran unas facciones bellas ni feas. Tenían<br />

un semblante de lo más normal y corriente. Y al apartar la vista, uno se olvidaba por<br />

completo de cómo eran sus facciones. Su pelo, igual. No era largo ni corto. Era pelo<br />

sin más. Además, no olían a nada.<br />

Llegado el amanecer, cuando el gallo cantó y el cielo se iluminó al este, la Little<br />

People dejó de trabajar y se desperezó. Luego escondieron en un rincón del almacén<br />

lo que habían hecho hasta entonces de la blanca crisálida de aire —de momento<br />

todavía tenía el tamaño de un conejito—, para que no lo descubriera la persona que<br />

le llevaba la comida a la niña.<br />

—Ha amanecido —dijo el Little People que hablaba en voz baja.<br />

—La noche se ha terminado —dijo el que tenía voz de bajo.<br />

«Con tanta gente con voces diferentes podríamos hacer una coral», pensó la niña.<br />

—Nosotros no cantamos —dijo el Little People tenor.<br />

—¡Jo, jo! —dijo el Little People burlón.<br />

La Little People menguó hasta alcanzar los diez centímetros, la misma estatura<br />

que cuando apareció, hizo una fila y fue metiéndose en la boca de la cabra.<br />

—¡Esta noche vendremos otra vez!—dijo en voz baja el Little People que hablaba<br />

en voz baja antes de cerrar desde dentro la boca de la cabra—. ¡No le hables a nadie<br />

de nosotros!

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