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Fukaeri se despertó pasadas las dos de la madrugada. Abrió la puerta, en pijama,<br />

y fue a la cocina. Entonces se bebió un gran vaso de agua del grifo. Luego, mientras<br />

se frotaba los ojos, se sentó a la mesa frente a Tengo.<br />

—Te molesto —le preguntó Fukaeri con una interrogativa sin signos de<br />

interrogación, como de costumbre.<br />

—No te preocupes. No me molestas.<br />

—¿Qué escribes?<br />

Tengo cerró el cuaderno y posó el bolígrafo.<br />

—Nada importante —respondió Tengo—. Además, ya lo iba a dejar...<br />

—Me puedo quedar un rato contigo —le preguntó ella.<br />

—Claro. Yo iba a beber un poco de vino. ¿Te apetece beber alguna cosa?<br />

La chica sacudió la cabeza. Quería decir que no quería nada.<br />

—Sólo quiero quedarme un rato aquí.<br />

—Está bien. A mí aún no me ha entrado el sueño.<br />

Como el pijama de Tengo le quedaba demasiado grande a Fukaeri, lo llevaba con<br />

las mangas y los bajos de los pantalones muy remangados. Al inclinarse, por el cuello<br />

se entreveía la turgencia de sus pechos. Al ver a Fukaeri vestida con su pijama, a<br />

Tengo se le cortó la respiración. Abrió la nevera y sirvió en una copa el vino que<br />

todavía quedaba en la botella.<br />

—¿No tienes hambre? —le preguntó Tengo. De camino al piso se habían parado<br />

en un pequeño restaurante en las inmediaciones de la estación de Kōenji y habían<br />

comido unos espaguetis. La cantidad había sido pequeña y, desde entonces, ya había<br />

pasado bastante tiempo—. Te puedo preparar un sándwich o algo sencillo.<br />

—No tengo hambre. Quiero que me leas lo que has escrito.<br />

—¿Lo que estaba escribiendo? —Sí.<br />

Tengo cogió el bolígrafo y le dio vueltas entre los dedos. En medio de aquellas<br />

manazas, resultaba minúsculo.<br />

—Hasta que no están completamente terminados y bien corregidos, nunca<br />

enseño los manuscritos a los demás. Es una superstición.<br />

—Una superstición.<br />

—Es como una decisión personal.<br />

Fukaeri se quedó mirándolo a la cara un rato. Luego se colocó el cuello del<br />

pijama.<br />

—Entonces, léeme algún libro.<br />

—¿Si te leen un libro, te duermes?

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