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no le gustaba su físico, Tamaki no se sentía atraída en absoluto. Los hombres<br />

insustanciales de facciones dulces eran los que siempre le llamaban la atención. Y en<br />

cuestión de hombres, Tamaki se volvía muy terca y nunca prestaba atención a lo que<br />

Aomame le decía. En general, escuchaba abiertamente y consideraba la opinión de<br />

Aomame, pero no aceptaba de ningún modo que criticara a sus novios. Aomame ya<br />

se había dado por vencida y había dejado de aconsejarla. No quería discutir por ello<br />

y perjudicar su amistad. Al fin y al cabo, era la vida de Tamaki. No había más<br />

remedio que dejarle hacer lo que le viniera en gana. De cualquier forma, durante la<br />

universidad Tamaki había salido con muchos chicos, que siempre la metían en líos, la<br />

traicionaban o la herían y luego la abandonaban. Cada vez estaba al borde de la<br />

locura. Había abortado dos veces. En lo que concernía a las relaciones entre mujeres<br />

y hombres, Tamaki era, ciertamente, una víctima de nacimiento.<br />

Aomame no tenía novios fijos. Si la invitaban, a veces iba a alguna cita, y en<br />

ocasiones había algún chico que no estaba mal, pero nunca acababa en una relación<br />

profunda.<br />

—¿Hasta cuándo piensas estar sin novio y quedarte virgen? —le preguntaba<br />

Tamaki a Aomame.<br />

—Es que estoy ocupada —respondía Aomame—. Apenas puedo vivir el día a<br />

día, así que no tengo tiempo para andar de juerga con novios.<br />

Al licenciarse, Tamaki fue admitida en un posgrado y preparó las oposiciones<br />

para el cuerpo de Justicia. Aomame trabajaba para una empresa de bebidas<br />

deportivas y alimentos saludables, en la que seguía practicando el sófbol. Tamaki<br />

todavía vivía con sus padres y Aomame lo hacía en un edificio de viviendas para los<br />

empleados de la empresa, que se encontraba en Yoyogi-Hachiman. Igual que en su<br />

época de estudiantes, los fines de semana se juntaban para comer y charlar<br />

infatigablemente sobre diversos temas.<br />

A los veinticuatro años, Tamaki se casó con un hombre dos años mayor que ella.<br />

Cuando se prometieron, ella dejó de asistir al posgrado y abandonó los estudios de<br />

derecho, porque su futuro marido no se lo permitía. Aomame sólo vio a la pareja de<br />

Tamaki una vez. Era el hijo de un millonario y, como se había imaginado, tenía unos<br />

rasgos bellos y proporcionados, aunque ciertamente superficiales. Su afición eran los<br />

yates. Era lisonjero y tampoco parecía falto de inteligencia, pero tenía una<br />

personalidad vacua y sus palabras carecían de peso. El tipo de hombre que siempre<br />

le había gustado a Tamaki. Pero además, pudo sentir una especie de mal augurio en<br />

él. A Aomame no le cayó bien aquel hombre desde el principio. Quizás a él tampoco<br />

le cayera demasiado bien ella.<br />

—Este matrimonio no va a funcionar —le dijo Aomame a Tamaki. No quería<br />

meterse en donde no la llamaban, pero aquello se trataba de una boda, no de un<br />

simple juego de enamorados. Como amiga inestimable que era desde hacía<br />

muchísimo tiempo, no podía quedarse callada y hacer la vista gorda. En aquella<br />

época tuvieron su primera discusión acalorada. Tamaki se puso histérica por el hecho

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