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nada. Ni una patética cauchera. Todo lo que tenía algo de valor ha ido<br />

desapareciendo; me ha abandonado. Excepto el calor de los recuerdos de Tengo.»<br />

«¡Deja de llorar!», se dijo a sí misma. «Ahora me encuentro dentro de Tengo.<br />

Como los científicos de Viaje alucinante—¡eso es! El título de la película era Viaje<br />

alucinante.» Recordar el título le permitió calmarse un poco. Dejó de llorar. Derramar<br />

lágrimas no iba a solucionar nada. Tenía que volver a ser otra vez la Aomame fuerte<br />

e impertérrita de siempre.<br />

«¿Quién lo desea?<br />

»Yo lo deseo.»<br />

Entonces miró a su alrededor. En el cielo seguía habiendo dos lunas.<br />

—¡Es un símbolo! Mira al cielo con atención —dijo un Little People. Era el que<br />

hablaba en voz baja.<br />

—¡Jo, jo! —se burló el burlón.<br />

En ese instante, Aomame se fijó de repente en que no era la única persona que<br />

estaba mirando las lunas. En el parque infantil de enfrente, al otro lado de la<br />

carretera, vio a un hombre joven. Se había sentado en lo alto de un tobogán y<br />

observaba en la misma dirección que ella. «Está viendo las dos lunas, igual que yo.»<br />

A Aomame le decía su instinto que así era. «Está claro. Mira lo mismo que yo. Puede<br />

verlas.» «En el mundo hay dos lunas, pero no todos pueden verlas», había dicho el<br />

líder.<br />

No cabía duda de que aquel hombre joven y corpulento miraba el par de lunas<br />

que pendía del cielo. «Me apuesto lo que sea. Lo sé.» Estaba allí sentado, observando<br />

la Luna grande y la deforme y pequeña luna verde, de aspecto musgoso, y parecía<br />

reflexionar sobre el significado de la presencia de aquellas dos lunas. «Seguro que él<br />

también es uno de los que van a la deriva en este nuevo mundo de 1Q84. Y quizás<br />

esté desconcertado, sea incapaz de entender el significado de ese mundo. Seguro que<br />

es así. Por eso se ha subido de noche a un tobogán y, mientras observa las dos lunas,<br />

baraja todas las posibilidades, todas las hipótesis y las examina con detenimiento.<br />

»No. Quizá no sea eso. A lo mejor es uno de los enviados de Vanguardia que ha<br />

venido siguiéndome el rastro.»<br />

En ese preciso instante, se le aceleró el corazón y le zumbaron los oídos.<br />

Inconscientemente, su mano derecha palpó la semi-automática que llevaba metida en<br />

la cintura. Agarró con fuerza la sólida culata.<br />

Pero la verdad es que en el aspecto de aquel hombre no se percibía ninguna<br />

amenaza. Ningún indicio de violencia. Simplemente se había sentado en lo alto del<br />

tobogán a solas, con la cabeza apoyada en el pasamanos, y miraba las dos lunas<br />

sumido en una demorada reflexión. Aomame estaba en el balcón de una tercera<br />

planta, y él, allí abajo. Sentada en la silla de jardín, Aomame observaba al hombre a

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