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—Puede que el sueño sugiera algo.<br />

—¿El qué?<br />

Ella no contestó. En cambio, le hizo otra pregunta.<br />

—Tengo, ¿quieres saber cuál es la parte más terrorífica de todo el sueño?<br />

—Sí.<br />

Ella liberó un hondo suspiro que golpeó los pezones de Tengo, como una cálida<br />

ráfaga de viento que llega tras pasar por un angosto estrecho en el mar.<br />

—Que esa bestia quizá sea yo misma. En un momento dado se me ocurrió esa<br />

posibilidad. A lo mejor aquellas personas habían interrumpido la cena y habían<br />

huido de la casa precisamente al ver cómo me aproximaba caminando hacia ellos. Y a<br />

lo mejor, mientras yo esté ahí, nunca podrán volver. Pero, a pesar de ello, tengo que<br />

quedarme dentro de la cabaña esperando a que regresen. Esa idea me produce un<br />

miedo terrible e incontrolable.<br />

—O también puede ser que estés en tu casa y que esperes a tu otra tú, la tú que<br />

ha huido.<br />

Una vez dicho eso, Tengo se dio cuenta de que no debió haberlo dicho. Pero<br />

ahora ya no podía retirar sus palabras. Ella se quedó callada durante un largo rato.<br />

Luego le agarró los testículos con determinación. Tan fuerte que no le dejaba<br />

respirar.<br />

—¿Por qué me dices esa cosa tan horrible?<br />

—No lo he dicho por nada. Simplemente se me ha pasado por la cabeza. —<br />

Tengo consiguió exprimir un hilo de voz.<br />

Ella aflojó la mano que le agarraba los testículos y soltó un suspiro<br />

—Ahora háblame de tus sueños. De qué tratan tus sueños.<br />

—Ya te he dicho antes que apenas sueño. Sobre todo últimamente —dijo Tengo,<br />

una vez que recuperó el aliento.<br />

—Pero algo soñarás. No hay nadie que no sueñe. Con tus palabras ofendes al<br />

doctor Freud.<br />

—Puede que sueñe, pero no me acuerdo de nada.<br />

Ella colocó el pene flácido de Tengo sobre la palma de su mano y lo sopesó con<br />

cuidado. Como si su peso revelara una verdad primordial.<br />

—Entonces, dejémoslo. En lugar de ello, háblame de la novela que estás<br />

escribiendo.<br />

—Si es posible, preferiría no hablar de la novela que estoy escribiendo.<br />

—Oye, no te estoy diciendo que me cuentes toda la historia. No te pido tanto. Sé<br />

de sobra que, a pesar de esa constitución tuya, eres un chico sensible. Me basta con

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