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AOMAME<br />

Esto no es más que el comienzo<br />

Capítulo 23<br />

Aomame y Ayumi formaban una pareja que podría considerarse ideal para<br />

montar una íntima, y al mismo tiempo suficientemente erótica, juerga nocturna.<br />

Ayumi era de baja estatura y risueña, desinhibida, buena conversadora y, cuando<br />

estaba decidida del todo, podía afrontar cualquier cosa con positivismo. También<br />

poseía un sano sentido del humor. En cambio, Aomame, musculada y esbelta, era<br />

más bien inexpresiva y le costaba abrirse. Durante el primer encuentro era incapaz de<br />

mostrarse afable delante de un hombre. Tenía una expresión pobre, pero en ella se<br />

percibía un eco de cinismo y agresividad. Sus ojos albergaban una tenue luz de<br />

intolerancia. Sin embargo, si se lo proponía, Aomame era capaz de despedir un aura<br />

fantástica que atraía a los hombres de forma natural. Se parecía a las fragancias que<br />

ciertos animales, como los insectos, desprenden cuando es necesario, y que producen<br />

un estímulo sexual. No era algo que pudiera adquirirse cuando uno quisiera o si te<br />

esforzabas. Probablemente se tratara de algo innato. O, a lo mejor, por algún motivo,<br />

había adquirido ese aroma a posteriori, en cierta etapa de su vida. De todos modos,<br />

el aura no sólo afectaba a sus acompañantes masculinos, sino que incluso estimulaba<br />

sutilmente a Ayumi y hacía de sus palabras y actos algo más brillante y positivo.<br />

Cuando encontraban a un hombre decente, primero partía Ayumi sola a hacer<br />

un reconocimiento del terreno, después exhibía su afabilidad innata y levantaba los<br />

cimientos para construir una relación amistosa. Luego, calculando el tiempo justo,<br />

Aomame se unía a ellos y creaba una profunda armonía. Se generaba un ambiente<br />

particular, semejante a una combinación de opereta y film noir. Llegados a tal punto,<br />

el resto era pan comido; sólo había que ir a los locales adecuados y (utilizando las<br />

explícitas palabras de Ayumi) follar como locas. Lo más difícil era encontrar a la pareja<br />

apropiada. Preferían que fueran dos, debían ser aseados y, en la medida de lo<br />

posible, tener buena presencia. Como mínimo tenían que ser un poco inteligentes,<br />

aunque, si lo eran demasiado, podía suponer un problema —una conversación<br />

tediosa podía hacer que una salida nocturna resultara improductiva—. El que

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