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Tengo se quedó callado durante un rato y esperó a que lo que había contado se<br />

asentara en la mente de su padre. O más bien, esperó a que se asentara en su propia<br />

mente. Luego prosiguió:<br />

—Sí. En este aspecto he sido muy cobarde. Es el mismo motivo, por ejemplo, por<br />

el que no investigué el registro civil. Si hubiera querido, podría haber averiguado sin<br />

dificultad si mamá falleció realmente. Yendo al ayuntamiento y consultando el<br />

registro, me enteraría enseguida. La verdad es que he pensado varias veces en<br />

hacerlo. Incluso he ido hasta el ayuntamiento. Pero he sido incapaz de solicitar los<br />

documentos. Tenía miedo de que la verdad se me presentara delante. Por eso he<br />

estado esperando a que un buen día, por alguna circunstancia, se me revele de<br />

manera natural.<br />

Tengo soltó un suspiro.<br />

—En definitiva, debería haber buscado a esa niña mucho antes. He dado un<br />

enorme rodeo y al final he sido incapaz de actuar. La verdad es que en lo relativo al<br />

corazón, soy un gallina. Lo mío es grave.<br />

Tengo se levantó del taburete, fue hasta la ventana y contempló el pinar. El<br />

viento había amainado. Tampoco se oía el fragor del mar. Una gata grande caminaba<br />

por el jardín. A juzgar por la manera de arrastrar la barriga, debía de estar preñada.<br />

La gata se acostó al pie de un árbol, estiró las patas y empezó a lamerse la barriga.<br />

Apoyado contra la ventana, Tengo volvió a dirigirse al padre:<br />

—Dejando ese tema aparte, últimamente parece que en mi vida por fin se están<br />

produciendo algunos cambios. Me da esa sensación. Si le soy sincero, durante mucho<br />

tiempo lo he odiado, padre. Desde pequeño pensaba que mi sitio no estaba en un<br />

lugar tan miserable y estrecho. Creía que me merecía un entorno mejor. El trato que<br />

recibía me parecía demasiado injusto. Todos mis compañeros del colegio parecían<br />

llevar vidas plenas y felices. Tenían menos talento y cualidades que yo, pero llevaban<br />

vidas más alegres, sin punto de comparación con la mía. En esa época deseaba que<br />

usted no fuera mi padre. Siempre me figuraba que se había producido alguna<br />

equivocación y que usted no era mi padre. Que no existía ningún vínculo sanguíneo<br />

entre nosotros.<br />

Tengo volvió a mirar por la ventana y vio a la gata. Distraída, seguía lamiéndose<br />

la barriga hinchada, sin ser consciente de que la observaban. Tengo siguió hablando<br />

sin dejar de mirar a la gata:<br />

—Ahora no lo veo de ese modo. No pienso de la misma manera. Creo que estaba<br />

en el entorno que me correspondía y que tenía el padre que me correspondía. No<br />

miento. La verdad es que era un ser insignificante. Una persona sin valor. En cierto<br />

sentido, yo mismo me he echado a perder. Ahora me doy cuenta. De pequeño era un<br />

genio de las matemáticas, es cierto. Yo mismo creo que tenía un gran talento. Todos<br />

se fijaban en mí y me mimaban. Pero al fin y al cabo era un talento sin ninguna<br />

perspectiva de desarrollarse y llegar a un punto relevante. Simplemente estaba ahí.

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