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—No sabe nada de lo que hay detrás, ni falta que le hace. Fukaeri confía en el<br />

profesor Ebisuno, y tú le caes bien; así que tienes que arrimar el hombro y echarnos<br />

una mano.<br />

Tengo cambió el auricular de mano. Necesitaba asimilar la situación.<br />

—Por cierto, el profesor Ebisuno ya no se dedica a la investigación. Ha dejado la<br />

universidad y tampoco escribe libros.<br />

—Sí, ha cortado toda su relación con el ámbito académico. Era un estudioso<br />

formidable, pero parecía que no tenía demasiado apego por el mundo del<br />

academicismo. Nunca congenió con la autoridad ni con el sistema; es, más bien, una<br />

persona herética.<br />

—¿A qué se dedica ahora?<br />

—Parece ser que es bolsista —contestó Komatsu—, Si la palabra bolsista te<br />

resulta trasnochada, asesor financiero. Recauda grandes cantidades de capital de<br />

otros y obtiene beneficios poniéndolo en circulación. Se recluye en lo alto de la<br />

montaña y da instrucciones de compraventa. Tiene un olfato extraordinario. Es un<br />

hacha para el análisis de datos y ha creado su propio sistema. Al principio lo hacía<br />

como hobby, pero pronto se convirtió en su profesión. Eso dicen. Parece que tiene<br />

bastante fama en el mundillo. Lo que sí es verdad es que no debe de pasar muchos<br />

apuros económicos.<br />

—No entiendo qué relación puede existir entre la antropología cultural y las<br />

acciones.<br />

—En general, ninguna, pero para él existe.<br />

—Y es difícil de calar.<br />

—Exacto.<br />

Tengo se masajeó las sienes con la punta de los dedos durante un rato. Luego<br />

habló, resignado.<br />

—Pasado mañana a las seis me encontraré con Fukaeri en la cafetería de siempre<br />

de Shinjuku y haremos los preparativos para la próxima rueda de prensa. Supongo<br />

que con eso basta.<br />

—Ya está todo dispuesto —dijo Komatsu—, Mira, Tengo, no te compliques la<br />

vida. Tú déjate llevar por la corriente. Oportunidades como ésta no se presentan<br />

muchas en la vida. Es el magnífico mundo de la novela picaresca. Echémosle valor y<br />

disfrutemos del empalagoso olor del mal. Disfrutemos del descenso por los rápidos.<br />

Y cuando caigamos por la cascada, hagámoslo juntos y a lo grande.<br />

Dos días después, Tengo se encontró con Fukaeri en la cafetería de Shinjuku. Ella<br />

llevaba un fino jersey de verano que le marcaba el pecho y unos pantalones vaqueros<br />

ajustados. Tenía el cabello largo y liso, y la piel suave. Los hombres a su alrededor la

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