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sangrienta e inexplicable, Tsubasa sufrió un impacto enorme, naturalmente. Nos<br />

afectó a todos en la casa. Pero, ahora que lo pienso, la espantosa muerte de la perra<br />

ha debido de ser una especie de mensaje dirigido a Tsubasa.<br />

—¿Un mensaje?<br />

—Un mensaje de que no podía quedarse aquí. «Sabemos que te escondes ahí.<br />

Tienes que irte o, si no, quizá le ocurran más desgracias a la gente que te rodea.» Ese<br />

tipo de mensaje.<br />

Los dedos de la señora marcaban sobre sus rodillas el paso de un tiempo<br />

imaginario. Aomame esperó a que siguiera hablando.<br />

—Seguro que la niña comprendió el mensaje y se fue por sí misma. No creo que<br />

se marchara porque quisiera hacerlo. Tuvo que irse, a sabiendas de que no contaba<br />

con ningún otro sitio adonde ir. Cuando pienso en ello, se me cae el alma a los pies.<br />

¡Que una niña de tan sólo diez años tenga que tomar semejante decisión!<br />

Aomame pensó en estirar el brazo y agarrar la mano de la señora, pero desistió.<br />

La conversación aún no había terminado.<br />

—Huelga decir que para mí ha sido un gran golpe. Es como si me hubieran<br />

arrancado un miembro del cuerpo, porque pensaba encargarme legalmente de ella<br />

como si de mi propia hija se tratara. Sabía, por supuesto, que las cosas no serían tan<br />

sencillas, pero pese a las dificultades que pudiera acarrear, era algo que deseaba<br />

hacer. Aunque no saliera bien, nadie podría decirme nada. Sin embargo, para serle<br />

franca, a esta edad el cuerpo se resiente.<br />

—Pero Tsubasa podría regresar de repente cualquier día. No tiene dinero, ni un<br />

sitio adonde ir...<br />

—Quiero pensar que así será, pero no va a suceder —dijo la señora con una voz<br />

desprovista de inflexiones—. La niña todavía tiene diez años, pero también piensa a<br />

su manera, y se ha marchado motu proprio. No creo que regrese de forma voluntaria.<br />

Aomame le pidió permiso, se levantó, fue hasta la mesilla próxima a la puerta y<br />

se sirvió té helado en un vaso de cristal azul tallado. No tenía demasiada sed, pero<br />

quería levantarse del asiento y tomar un respiro. Volvió al sofá, bebió un trago del té<br />

helado y dejó el vaso sobre la mesa de cristal.<br />

—Por ahora, el asunto de Tsubasa termina ahí —dijo la señora, esperando a que<br />

Aomame se acomodara en el sofá. Luego, como para pasar página, se enderezó y<br />

juntó los dedos de ambas manos—. Ahora hablemos de Vanguardia y de su líder.<br />

Quiero contarle lo que he descubierto sobre él. Es el asunto principal por el que la he<br />

hecho venir hoy, aunque al fin y al cabo está relacionado con el caso de Tsubasa, por<br />

supuesto.<br />

Aomame asintió. Eso ya se lo había imaginado.

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