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modos estaba claro que iba a ser alguna maldita fuente de problemas. Sin embargo,<br />

tenía la impresión de que no podía evitar no verlo.<br />

Una vez terminado el café, las tostadas y el huevo, dejó el periódico que había<br />

acabado de leer y se fue de la cafetería. Entonces regresó a casa, se lavó los dientes, se<br />

dio una ducha y se preparó para ir a la academia.<br />

Durante la pausa del mediodía, Tengo recibió la visita de un desconocido. Había<br />

terminado las clases de la mañana y estaba descansando en la sala de profesores,<br />

abriendo la edición matutina de un periódico que todavía no había ojeado. La<br />

secretaria del director se le acercó y le dijo que una persona quería verlo. La<br />

secretaria era un año mayor que Tengo, una mujer competente. Tenía el título de<br />

secretaria, pero se encargaba de casi todas las tareas relacionadas con la gestión de la<br />

academia. Sus facciones eran un tanto caóticas para ser considerada guapa, pero<br />

tenía estilo y un excelente gusto a la hora de vestir.<br />

—Es un señor que se llama Ushikawa —dijo ella.<br />

El nombre no le sonaba de nada.<br />

No sabía por qué, pero ella frunció un poco el ceño.<br />

—Dijo que se trataba de un asunto importante y que, si podía ser, querría hablar<br />

contigo a solas.<br />

—¿Un asunto importante? —repitió Tengo sorprendido. Nunca antes le habían<br />

venido con un asunto importante a la academia.<br />

—Como la sala de visitas estaba vacía, lo he llevado allí. Aunque la verdad es<br />

que no sé si un subalterno como tú puede utilizarla así como así.<br />

—Muchas gracias —le dijo Tengo, esbozando su mejor sonrisa.<br />

Pero ella se arremangó el dobladillo de su nueva chaqueta de verano de Agnés B.<br />

y se marchó de allí a paso ligero, sin prestarle atención.<br />

Ushikawa era un hombre de baja estatura, que aparentaba unos cuarenta y cinco<br />

años. Su torso había perdido todo estrechamiento en la cintura, era gordo, y la grasa<br />

se le acumulaba alrededor del cuello. Pero, en cuanto a la edad, Tengo no estaba<br />

completamente seguro, puesto que la singularidad de sus rasgos (o la rareza)<br />

dificultaba captar los elementos que permitían deducir su edad. Parecía mayor y<br />

parecía más joven. Aunque se nos dijera que tenía entre treinta y dos y cincuenta y<br />

seis años, no nos quedaría más remedio que aceptarlo. Tenía la dentadura en mal<br />

estado y la columna un tanto combada. Su gran coronilla, chata de un modo poco<br />

natural, estaba calva, y, alrededor, la cabeza parecía deforme. La forma achatada le<br />

recordaba a Tengo un helipuerto militar construido en lo alto de una pequeña colina<br />

estratégica. Lo había visto en un documental sobre la guerra de Vietnam. Los gruesos<br />

pelos rizados de color negro que le quedaban, aferrados alrededor de la cabeza chata<br />

y deforme, se extendían más de lo necesario cubriéndole las orejas sin ton ni son. La

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