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con papel, sin nombre ni dirección del destinatario ni del remitente, en un apartado<br />

de correos. Tamaru le entregaba la llave del apartado de correos y ella sacaba el<br />

contenido y luego le devolvía la llave. El paquete todavía cerrado lo metía en una<br />

caja fuerte de alquiler en el banco, sin tocar su contenido. Tenía dos, como duros<br />

ladrillos.<br />

Aomame era incapaz de gastarse todo el sueldo de cada mes. Además tenía sus<br />

ahorros, así que no necesitaba aquel dinero para nada. La primera vez que recibió la<br />

remuneración, la señora le habló:<br />

—Esto sólo es una formalidad —dijo con voz serena, como para persuadirla—.<br />

Tómeselo como una rutina. Por eso tiene que cobrar. Si no le hace falta, guárdeselo y<br />

no lo use. O si eso también le molestara, puede donarlo anónimamente a una<br />

fundación. Es libre de hacer lo que usted desee. Pero si quiere mi consejo, le<br />

recomiendo que lo custodie en algún sitio y que no lo toque durante algún tiempo.<br />

—Pero yo no quiero recibir dinero por hacer esto —dijo Aomame.<br />

—Entiendo sus sentimientos. Pero gracias a que se ha desembarazado de esos<br />

cabrones, ha evitado complicadas demandas de divorcio, y disputas por la patria<br />

potestad. Ya no necesitan vivir preocupadas por que el marido se presente y les dé<br />

una paliza hasta deformarles la cara. Además cobrarán el seguro de vida y la pensión<br />

de viudedad. Considere este dinero que le entrego una forma de agradecimiento por<br />

parte de ellas. Usted hizo sin duda lo correcto. Pero no puede ser una acción<br />

desinteresada. ¿Entiende el motivo?<br />

—No muy bien —le respondió Aomame, honesta.<br />

—Pues porque usted no es ni un ángel, ni Dios. Sé perfectamente que sus actos<br />

proceden de sentimientos puros y por eso también comprendo que no quiera recibir<br />

dinero. Pero, en este caso, los sentimientos nobles son peligrosos. Para una persona<br />

de carne y hueso no es fácil vivir cargando con ellos. Por eso necesita amarrar esos<br />

sentimientos al suelo, con firmeza, como si echara el ancla a un globo aerostático. Ese<br />

es el motivo. Porque si bien esos sentimientos son correctos y puros, eso no significa<br />

que pueda hacer lo que quiera. ¿Lo entiende?<br />

Aomame asintió después de pensárselo un rato.<br />

—No acabo de entenderlo, pero, de todas formas, le doy la razón.<br />

La señora sonrió. Luego se tomó un trago de infusión.<br />

—No lo meta en una cuenta bancaria. Si la administración tributaria lo<br />

encontrara, levantaría sospechas. Déjelo guardado en efectivo en una caja fuerte del<br />

banco. Algún día le hará falta.<br />

«Eso haré», dijo Aomame.

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