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AOMAME<br />

Capítulo 15<br />

Con firmeza, como si echara el ancla a un globo aerostático<br />

Aomame prestaba atención a lo que comía cada día. La base de su alimentación<br />

diaria eran platos cocinados de verdura a los cuales añadía marisco y, sobre todo,<br />

pescado blanco. En cuanto a carne, de vez en cuando comía pollo. Sólo elegía<br />

ingredientes frescos y utilizaba condimentos en cantidades muy reducidas. Evitaba<br />

alimentos con mucha grasa y limitaba los hidratos de carbono a la dosis adecuada.<br />

Comía las ensaladas casi sin aderezarlas, tan sólo con aceite de oliva, sal y limón. No<br />

sólo comía muchas verduras crudas, sino que además se informaba detalladamente<br />

sobre sus nutrientes e intentaba alimentarse de manera equilibrada, combinando<br />

diversos tipos de hortalizas. Diseñaba sus propios menús y en el gimnasio ofrecía<br />

orientación a quien lo solicitaba. Su muletilla era «Olvídese de andar contando<br />

calorías». Si uno adquiría la sensibilidad para elegir los productos adecuados y<br />

comer en su justa medida, no hacía falta preocuparse por las cifras.<br />

Pero tampoco se podía vivir aferrada únicamente a esos menús ascéticos. A<br />

veces, cuando le apetecía comer de verdad, se lanzaba a cualquier restaurante y<br />

pedía un buen bistec o unas chuletillas de cordero. En esas ocasiones, cuando le<br />

entraban esas ganas irreprimibles de comer, el cuerpo, por algún motivo, le pedía ese<br />

tipo de comida y ella lo consideraba como una señal. Entonces obedecía la llamada<br />

de la naturaleza.<br />

Le gustaba el vino y el sake, pero para proteger el hígado y controlar los niveles<br />

de azúcar se abstenía de beber en exceso y marcaba tres días a la semana durante los<br />

cuales no bebía alcohol. El templo sagrado de Aomame era precisamente el cuerpo y<br />

siempre lo mantenía limpio. Impoluto e inmaculado. A qué lo consagraba era otro<br />

asunto. En eso ya pensaría luego.<br />

De momento no tenía ni un solo michelín. Era todo músculo.<br />

Cada día se ponía desnuda frente al espejo y confirmaba con cuidado que así era.<br />

Sin embargo, no se quedaba embelesada con su cuerpo Más bien al contrario. El

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