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Tamaru miro a Aomame a los ojos. Unos ojos totalmente neutrales, pero<br />

inexpresivos. Estaban abiertos a cualquier interpretación.<br />

—A mediados de octubre de 1981 se produjo un tiroteo enorme entre la policía<br />

de Yamanashi y un grupo radical en las inmediaciones del lago Motosu, y al año<br />

siguiente hubo una gran reforma en la policía. Ocurrió hace dos años.<br />

Aomame asintió sin cambiar el semblante. No recordaba en absoluto aquel<br />

incidente, pero no tenía más remedio que concordar.<br />

—Fue un incidente sangriento. Revólveres de seis tiros de los antiguos frente a<br />

cinco fusiles Kaláshnikov AK—47. No tenían nada que hacer. Dejaron a tres pobres<br />

agentes hechos trizas, como si los hubieran pasado por una máquina de coser. Una<br />

brigada especial de paracaidistas de las Fuerzas Armadas de Autodefensa intervino<br />

de inmediato en helicóptero. Fue una deshonra para la policía. Poco después, el<br />

primer ministro Yasuhiro Nakasone se lo tomó muy en serio y decidió reforzar las<br />

fuerzas públicas. Hubo una reforma de gran envergadura, se creó un comando<br />

armado especial y se decidió que los agentes en general llevasen consigo una pistola<br />

automática de alta precisión. Una Beretta del modelo noventa y dos. ¿Has disparado<br />

alguna vez?<br />

Aomame negó con la cabeza. Nunca. Ni siquiera había disparado una escopeta<br />

de aire comprimido.<br />

—Yo sí —dijo Tamaru—. Una automática de quince tiros. Con balas Parabellum<br />

de nueve milímetros. Es un arma acreditada, que también utiliza el Ejército de Tierra<br />

de Estados Unidos. Aunque no es barata, no la venden tan cara como una SIG o una<br />

Glock. Sin embargo, no es una pistola que un principiante pueda manejar con<br />

facilidad. Aunque los revólveres de antes no pesaban más de cuatrocientos noventa<br />

gramos, ésta pesa ochocientos cincuenta gramos. Que la lleve un policía japonés sin<br />

suficiente entrenamiento no sirve de nada. Si se disparara un arma de alta precisión<br />

en un lugar tan poblado como éste, acabaría habiendo alguna víctima colateral entre<br />

los ciudadanos.<br />

—¿Dónde has disparado esa cosa?<br />

—Pues, la historia es larga. Un buen día, tras tocar el arpa a orillas de un<br />

manantial, se me apareció un duendecillo de la nada, me entregó una Beretta del<br />

modelo noventa y dos y me dijo que por qué no intentaba disparar, como prueba, a<br />

un conejo blanco que por ahí pasaba.<br />

—No, en serio.<br />

Tamaru frunció un poco los labios.<br />

—Yo siempre hablo en serio —replicó—. En fin, el arma y el uniforme<br />

reglamentarios se renovaron en la primavera de hace dos años. Justo en esta época.<br />

¿Te he respondido con eso a la pregunta?<br />

—Hace dos años —repitió ella.

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