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—Este ya no es el mundo original —dijo Tengo.<br />

Fukaeri encogió ligeramente los hombros.<br />

—Vamos a vivir aquí.<br />

—¿En el mundo de dos lunas?<br />

Fukaeri no contestó. Con los labios sellados, la bella chica de diecisiete años miró<br />

a Tengo directamente a los ojos. Del mismo modo que había escudriñado Aomame<br />

en sus ojos cuando Tengo tenía diez años en aquella aula, después de las clases.<br />

Estaba profundamente concentrada. Cuando Fukaeri lo miraba de esa manera, Tengo<br />

se sentía como si fuera a convertirse en piedra. Convertirse en piedra y luego ser<br />

transformado en una nueva luna. Una luna pequeña y deforme. Poco después,<br />

Fukaeri distendió por fin la mirada. Entonces levantó la mano izquierda y se llevó las<br />

yemas de los dedos suavemente a las sienes. Como si intentara leer los pensamientos<br />

secretos que había en su interior.<br />

—Has estado buscando a esa persona —preguntó la chica.<br />

—Sí.<br />

—Pero no la has encontrado.<br />

—No —dijo Tengo.<br />

No había encontrado a Aomame. Sin embargo, había descubierto que la Luna se<br />

había duplicado. Y ello gracias a que, siguiendo la sugerencia de Fukaeri, había<br />

escarbado en el fondo de su memoria y, a raíz de ello, había decidido mirar la Luna.<br />

La chica relajó un tanto la mirada y cogió la copa de vino. Conservó el caldo<br />

durante un rato en la boca y luego lo tragó cuidadosamente, como un insecto<br />

sorbiendo rocío.<br />

Tengo habló:<br />

—Dices que se esconde en algún sitio. En ese caso no voy a encontrarla tan<br />

fácilmente.<br />

—No tienes que preocuparte —dijo ella.<br />

—No tengo que preocuparme —Tengo repitió sus palabras.<br />

Fukaeri asintió con decisión.<br />

—¿Quieres decir que puedo encontrarla?<br />

—Ella te va a encontrar a ti —dijo con voz serena, similar a la brisa que atraviesa<br />

una suave pradera.<br />

—Aquí en Kōenji.<br />

Fukaeri ladeó el cuello. Quería decir que no sabía.<br />

—En alguna parte —dijo.

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