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Sólo se oía tenuemente el ruido que Fukaeri hacía al ducharse en el cuarto de baño.<br />

Mirando al techo, Tengo esperó a que la sensibilidad regresara a su cuerpo. La<br />

erección todavía persistía tras la eyaculación, pero su dureza parecía haber<br />

disminuido.<br />

Una parte de su espíritu todavía se encontraba en el aula de la escuela. En su<br />

mano izquierda permanecía vivo el tacto de los dedos de la niña. Aunque al levantar<br />

la mano no las podía ver, en la palma de la mano izquierda probablemente llevaba la<br />

marca roja que habían dejado aquellas uñas. Los latidos de su corazón todavía<br />

conservaban indicios de la excitación vivida. Pese a que la nube compacta había<br />

desaparecido de su pecho, una parte imaginaria próxima al corazón manifestaba un<br />

dulce dolor sordo.<br />

«Aomame», pensó Tengo.<br />

«Tengo que ver a Aomame. Tengo que buscarla. ¿Cómo no se me había ocurrido<br />

algo tan evidente hasta este momento? Ella me entregó ese valioso paquete. ¿Por qué<br />

lo he abandonado sin abrirlo siquiera?» Quiso sacudir la cabeza, pero todavía no<br />

pudo moverla. Su cuerpo aún no se había repuesto del entumecimiento.<br />

Poco después, Fukaeri volvió al dormitorio. Envuelta en una toalla, se sentó un<br />

rato en el extremo de la cama.<br />

—La lítel pípol ya no anda alterada —dijo, como un soldado explorador<br />

competente y frío informando sobre el frente de batalla. Entonces trazó un pequeño<br />

círculo en el aire con la punta de un dedo. Un bello círculo perfecto, como los que<br />

dibujaban los pintores italianos del Renacimiento en los muros de las iglesias. Un<br />

círculo sin principio ni fin. El círculo permaneció un rato suspendido en el aire—. Se<br />

ha terminado.<br />

Dicho eso, se quitó la toalla que envolvía su cuerpo y permaneció de pie un rato<br />

desnuda, sin nada encima. Como si estuviera secando de manera serena y natural su<br />

cuerpo todavía húmedo dentro de aquel aire estancado. Era un espectáculo<br />

verdaderamente hermoso. Sus pechos tersos y el bajo vientre sin vello púbico.<br />

A continuación, se agachó para recoger el pijama que había caído al suelo y se lo<br />

puso directamente, sin ropa interior. Se lo abrochó y ató el cordón de la cintura.<br />

Tengo la observaba abstraído en medio de la penumbra. Era igual que contemplar el<br />

proceso de metamorfosis de un insecto. El pijama de Tengo le quedaba demasiado<br />

grande, pero ella se había adaptado a ese tamaño. Luego Fukaeri se coló dentro de la<br />

cama, fijó su posición en aquel espacio reducido y apoyó la cabeza contra el hombro<br />

de Tengo. El podía sentir la forma de sus orejas chicas sobre el hombro desnudo.<br />

Podía sentir su cálido aliento en el cuello. Simultáneamente, el entumecimiento se fue<br />

retirando paso a paso, como la marea al bajar.<br />

En el ambiente quedaba humedad, pero ya no era esa humedad pegajosa y<br />

desagradable. Fuera, los insectos habían empezado a cantar. La erección había<br />

remitido por completo y su pene intentaba hundirse de nuevo en el cieno de paz.

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