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TENGO<br />

Capítulo 12<br />

No se pueden contar con los dedos de la mano<br />

Tengo consiguió regresar al piso antes de que se echara a llover. Caminó deprisa<br />

desde la estación hasta su casa. En el cielo vespertino aún no se veía ni una sola nube.<br />

No tenía pinta de que fuera a llover o a tronar. A su alrededor nadie llevaba<br />

paraguas. Era un agradable atardecer de finales de verano en el que apetecía ir al<br />

estadio de béisbol y tomarse una caña. Pero hacía un momento había tomado la<br />

determinación de creer en lo que Fukaeri le había dicho. «Será mejor creer que no<br />

creer», pensó Tengo. De una manera más experimental que lógica.<br />

Al mirar el buzón, vio que había un sobre de oficina sin remitente. Lo abrió allí<br />

mismo y comprobó el contenido. Era una notificación en la cual se le informaba de<br />

que habían transferido 1.627.534 yenes a su cuenta corriente. La transferencia<br />

provenía de «OFFICE ERI». Seguramente era la empresa fantasma creada por<br />

Komatsu. O quizá fuera el profesor Ebisuno quien había hecho la transferencia. En<br />

cierta ocasión, Komatsu le había comunicado a Tengo que le pagaría una parte de los<br />

derechos de autor de La crisálida de aire como agradecimiento. Tal vez aquélla fuera<br />

esa «parte». Sin duda, ese pago sería en concepto de «gastos de colaboración»,<br />

«gastos de investigación» o algo por el estilo. Tras comprobar la cantidad una vez<br />

más, devolvió la notificación al sobre y se lo guardó en el bolsillo.<br />

Un millón seiscientos mil yenes era una suma considerable para Tengo (a decir<br />

verdad, era la primera vez que tenía en su poder tal cantidad), pero ni le regocijaba<br />

ni le sorprendía. El dinero no era un asunto demasiado importante para él. Tenía<br />

unos ingresos fijos que le permitían salir del paso y llevar una vida sin privaciones.<br />

En cuanto al futuro, al menos en aquel momento no tenía ninguna preocupación. Sin<br />

embargo, todos querían ofrecerle dinero. El mundo era raro.<br />

No obstante, con relación al trabajo de reescritura de La crisálida de aire, tuvo la<br />

impresión de que haberse metido en semejante embrollo para ser remunerado con un<br />

millón seiscientos mil yenes no había sido un buen negocio. Aunque, si le hubieran

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