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y tenía una forma desproporcionada. Pero ella la compró sin pensárselo dos veces.<br />

No se la compró porque le hubiera gustado, sino simplemente porque nadie la había<br />

comprado. A decir verdad, tras llevársela y haberla colocado en el piso, apenas<br />

volvió a prestarle atención, excepto para regarla de vez en cuando.<br />

Pero ahora que la había abandonado, y que sabía que no volvería a verla nunca<br />

más, por alguna razón desconocida no podía evitar preocuparse por la cauchera.<br />

Aomame frunció intensamente la cara, como cuando estaba confusa y no quería<br />

gritar. Los músculos faciales se le estiraron hasta tal punto que su rostro se<br />

transformó en el de otra persona. Después de arrugar la cara todo lo que pudo y de<br />

retorcerla en diferentes ángulos, por fin volvió a su estado normal.<br />

«¿Por qué me preocupo tanto por esa cauchera?»<br />

«En cualquier caso, seguro que Tamaru la está tratando bien. Se ocupará de ella<br />

con mucho más cuidado y mejor que yo. Él está acostumbrado a cuidar y mimar<br />

cosas vivas. No como yo. Él trata a la perra como a un igual. Siempre que tiene<br />

tiempo se da una vuelta por el jardín y también examina los árboles de la casa de la<br />

señora. Cuando estaba en el orfanato protegía con su cuerpo a aquel niño torpe<br />

menor que él. Yo no podría hacer esas cosas», pensó Aomame. «Yo no puedo<br />

permitirme hacerme cargo de la vida de otros. Ya tengo de sobra con soportar el peso<br />

de mi propia vida y mi soledad.»<br />

La palabra soledad hizo que se acordara de Ayumi.<br />

Ayumi había muerto esposada a la cama de un love hotel, brutalmente violada y<br />

estrangulada con el cordón de un albornoz a manos de un hombre. Por lo que<br />

Aomame sabía, todavía no habían detenido al criminal. Ayumi tenía familia y<br />

colegas de trabajo, pero estaba sola.<br />

Tan sola que tuvo que morir de esa manera tan espantosa. «Y yo fui incapaz de<br />

darle lo que pedía. Ella me pedía algo, no cabe duda. Pero yo tenía que preservar mi<br />

secreto y mi soledad. Una clase de secreto y de soledad que no podía compartir de<br />

ninguna manera con Ayumi. Pero ¿por qué me eligió a mí precisamente para abrirme<br />

su corazón con toda la gente que existe en el mundo?»<br />

Al cerrar los ojos, la imagen de la maceta con la cauchera que había dejado en el<br />

piso vacío acudió a su mente.<br />

«¿Por qué me preocupo tanto por esa cauchera?»<br />

Después, Aomame estuvo llorando un rato. «¿Qué me pasa?», pensó sacudiendo<br />

un poco el cuello. «Últimamente lloro demasiado.» No tenía ninguna gana de llorar.<br />

«¿Por qué tengo que deshacerme en lágrimas por una maldita cauchera?» Pero no<br />

podía contener las lágrimas. Al llorar, le temblaban los hombros. «Ya no me queda

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