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tarjeta, Tengo volvió a mirar al hombre a la cara. Pensó que no debía de haber nadie<br />

que diera una impresión tan poco acorde con el título de presidente titular de la<br />

Nueva Asociación para el Fomento de las Ciencias y las Artes de Japón.<br />

Se sentaron en sendos sofás que había separados por una mesa, mirándose de<br />

frente. Después de frotarse la frente varias veces con un pañuelo para limpiarse el<br />

sudor, el hombre volvió a guardar el pobre pañuelo en el bolsillo de la chaqueta. La<br />

señora de la recepción les trajo té. Tengo le dio las gracias. Ushikawa no dijo nada.<br />

—Siento muchísimo molestarlo en su rato de descanso y sin haber pedido cita<br />

previa. —Se disculpó Ushikawa. Aunque tenía una forma de hablar cortés, el tono<br />

albergaba un eco de familiaridad que a Tengo no le agradaba nada—. ¡Ah! ¿Ya ha<br />

almorzado? Si usted quiere, podríamos salir afuera y charlar mientras comemos algo.<br />

—No almuerzo cuando estoy en el trabajo —dijo Tengo—. Después de las clases<br />

de la tarde, como algo ligero, de modo que no hace falta que se preocupe por la<br />

comida.<br />

—De acuerdo. Charlemos aquí entonces. Así podremos hablar con más calma y<br />

tranquilidad. —El hombre echó una mirada a su alrededor, como si estuviera<br />

tasando la sala de visitas. No era demasiado grande. En la pared había colgado un<br />

gran óleo de una montaña. No tenía ningún interés en particular, a no ser por el<br />

considerable peso de los colores empleados. Había un jarrón con unas flores que<br />

parecían dalias. Eran unas flores con un aspecto ciertamente tosco, que hacían pensar<br />

en una mujer de mediana edad falta de tacto. Tengo no tenía ni la menor idea de para<br />

qué hacía falta en la academia una sala de visitas tan deprimente como aquélla.<br />

—Disculpe que no le haya dicho aún mi nombre. Como pone en la tarjeta, me<br />

llamo Ushikawa. Ushi, todos mis amigos me llaman Ushi. Nadie me llama por mi<br />

apellido completo. Sólo Ushi —dijo Ushikawa, y esbozó una sonrisa.<br />

«¿Amigos? ¿Quién narices querría ser amigo de alguien así?», se preguntó de<br />

pronto Tengo. Era una pregunta fruto de la pura curiosidad.<br />

La primera impresión que le evocó Ushikawa a Tengo fue la de algo<br />

desagradable saliendo a rastras de un sombrío agujero en la tierra. Algo<br />

inidentificable y viscoso, algo que en realidad nunca debería haber salido a la luz. Tal<br />

vez aquel hombre fuera una de las cosas que el profesor Ebisuno había atraído al<br />

exterior al levantar la roca. Tengo frunció de forma inconsciente el ceño y dejó sobre<br />

la mesa la tarjeta de presentación que aún tenía en la mano. Toshiharu Ushikawa, así<br />

se llamaba aquel hombre.<br />

—Supongo que estará usted ocupado, así que en esta ocasión me ahorraré los<br />

prolegómenos. Iré directo al grano —dijo Ushikawa.<br />

Tengo asintió brevemente.<br />

Ushikawa tomó un sorbo de té y luego entró en materia.

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