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en gana durante todo el día. Tengo se sentó frente a la mesa de la cocina y siguió<br />

escribiendo su novela. Con una pluma iba llenando los folios de caracteres. Se<br />

concentró de inmediato en la tarea, como de costumbre. El canal de sus sentidos<br />

cambió y todo lo demás desapareció de vista.<br />

Fukaeri se despertó antes de las nueve. Se quitó el pijama y se puso una camiseta<br />

de Tengo. Era la camiseta de la gira japonesa de Jeff Beck que había llevado cuando<br />

Tengo había ido a visitar a su padre a Chikura. Los pezones se le marcaban con<br />

nitidez. A Tengo le evocó forzosamente la sensación que había tenido la noche<br />

anterior al eyacular. Igual que cuando una fecha evoca un acontecimiento histórico.<br />

En la radio sonaba una pieza para órgano de Marcel Dupré. Tengo dejó de<br />

escribir y le preparó el desayuno. Fukaeri bebió un Earl Grey y comió tostadas con<br />

mermelada de fresa. Untaba las tostadas con mermelada con sumo cuidado y<br />

tomándose su tiempo, como Rembrandt cuando pintaba los pliegues de la ropa.<br />

—¿Cuántos ejemplares se han vendido de tu libro? —preguntó Tengo.<br />

—De La crisálida de aire —preguntó a su vez Fukaeri.<br />

—Sí.<br />

—No lo sé —dijo Fukaeri. Entonces frunció ligeramente el ceño—— Muchísimos.<br />

«Para ella, el número no es un factor importante», pensó Tengo. La expresión<br />

«muchísimos» le recordó tréboles brotando hasta los confines de un enorme campo.<br />

Los tréboles indicaban el concepto de «mucho» y nadie podía contarlos.<br />

—Mucha gente está leyendo La crisálida de aire —comentó Tengo.<br />

Sin decir nada, Fukaeri inspeccionaba cómo había untado la mermelada.<br />

—Tengo que ver al señor Komatsu en cuanto pueda —dijo Tengo mirando a la<br />

cara a Fukaeri, que estaba al otro lado de la mesa. Su rostro no mostraba ninguna<br />

expresión, como siempre—. Supongo que tú también has visto al señor Komatsu,<br />

¿no?<br />

—Cuando fue lo de la rueda-de-prensa.<br />

—¿Hablasteis?<br />

Fukaeri hizo un breve movimiento negativo con la cabeza. Quería decir que<br />

apenas habían hablado.<br />

Pudo imaginarse vivamente la situación. Komatsu le habría contado a la misma<br />

portentosa velocidad de siempre lo que pensaba —o lo que no pensaba— y ella<br />

habría permanecido callada todo el tiempo. Ni siquiera habría escuchado sus<br />

palabras. A Komatsu tampoco le habría importado. Si alguien le pidiera que diese un<br />

ejemplo concreto de «combinación de personas sin ninguna probabilidad de<br />

compatibilizar», podría mencionar a Fukaeri y Komatsu.

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