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seguir escribiendo, sin cesar. A ser posible, es mejor que no tires lo que has escrito,<br />

porque siempre podría serte útil más adelante.» Tengo le respondió que así lo haría.<br />

Komatsu le pasó a Tengo un pequeño trabajo de redacción. Tenía que escribir<br />

textos anónimos para una revista femenina que publicaba su editorial. Despachaba<br />

todo lo que le encargaban, desde reescribir cartas al editor, hasta redactar breves<br />

reseñas de películas o de nuevas publicaciones, pasando incluso por el horóscopo. El<br />

horóscopo, que Tengo escribía al tuntún, tenía fama porque acertaba a menudo.<br />

Cuando escribió «Tenga cuidado con el terremoto que va a haber por la mañana<br />

temprano», efectivamente hubo un gran terremoto a primera hora del día. Ese tipo<br />

de trabajo a destajo era de agradecer, porque le proporcionaba unos ingresos<br />

adicionales y le servía como práctica de la escritura. Le alegraba que sus textos<br />

fueran publicados y expuestos en las librerías, no importaba bajo qué formato.<br />

Al cabo de poco tiempo le concedieron un trabajo de lector de obras candidatas<br />

al premio de la revista literaria. Resultaba extraño leer las obras de otros candidatos,<br />

cuando él mismo se presentaba al concurso, pero las leía con imparcialidad, sin<br />

preocuparse demasiado por la delicada situación en la que se encontraba. Además, a<br />

fuerza de leer montones de novelas mal escritas e insufribles, aprendió qué era una<br />

novela mal escrita e insufrible. Cada vez leía un centenar de obras y, entre ellas,<br />

elegía unas diez que mostraran algo de valor, para llevárselas a Komatsu. A cada<br />

obra adjuntaba una nota en la que había escrito sus impresiones. Cinco novelas<br />

pasaban a la final y, de entre ellas, los cuatro miembros del jurado tenían que elegir a<br />

la ganadora.<br />

Había otras personas, aparte de Tengo, que trabajaban también como lectores, y<br />

varios editores más, aparte de Komatsu, que se encargaban de las primeras fases de<br />

selección. Se pedía imparcialidad, pero no hacía falta tomarse muchas molestias:<br />

aunque las obras fueran numerosas, sólo dos o tres, a lo sumo, tenían algún valor<br />

literario y a nadie que las leyera se le pasaría por alto. Las obras de Tengo habían<br />

llegado a la final en tres ocasiones. Evidentemente, Tengo no había elegido su propia<br />

obra, pero los otros dos lectores y Komatsu, que estaba en la mesa de editores, la<br />

pasaron a la final. Nunca ganó el premio, pero Tengo no se sentía decepcionado. En<br />

primer lugar, tenía grabadas en la mente las palabras de Komatsu: «Tómate tu<br />

tiempo». Además, él mismo no estaba especialmente interesado en hacerse novelista<br />

de inmediato.<br />

Si preparaba bien el programa de la asignatura, podía hacer en casa lo que le<br />

gustaba cuatro días por semana. Había trabajado de profesor en la misma academia<br />

durante siete años, pero tenía bastante buena fama entre el alumnado, porque su<br />

forma de enseñar era directa, sin ambages, y podía responder al instante a cualquier<br />

pregunta. Estaba dotado con el arte de la oratoria, lo cual le sorprendía a él mismo.<br />

Sus explicaciones eran excelentes, tenía una voz penetrante y sabía motivar a la clase<br />

con sus bromas. Hasta que empezó a trabajar de profesor, siempre había pensado<br />

que era un mal orador. Incluso ahora había momentos en los que, al hablar frente a

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