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Afortunadamente, no había ni un alma fuera de la cerca. Después de comprobar<br />

una vez más la ropa que llevaba y recuperar la expresión de su cara la serenidad,<br />

Aomame caminó hasta un semáforo, cruzó la Ruta 246, entró en una droguería que<br />

vio y se compró unas medias nuevas. Preguntó a la dependienta, que le dejó usar un<br />

espacio al fondo, y se las puso. Así se sentía bastante más cómoda. El ligero malestar<br />

que le había quedado en el estómago, semejante a cuando te mareas en un barco,<br />

también desapareció por completo. Después de darle las gracias a la dependienta<br />

salió del local.<br />

Quizá debido a que la información sobre el atasco por accidente en la autopista<br />

metropolitana se había extendido, el tráfico en la Ruta nacional 246, que corría<br />

paralela, se había congestionado más de lo habitual. Por eso Aomame desistió de<br />

subirse a un taxi y decidió coger la línea Tōkyū-Shintamagawa en la estación más<br />

cercana. Aquella fórmula era infalible. Ni hablar de volver a meterse en atascos<br />

dentro de un taxi.<br />

A medio camino de la estación de Sangenjaya se cruzó con un policía. Era un<br />

agente alto y joven que se dirigía a pie a algún sitio. Durante un instante, ella se puso<br />

nerviosa, pero el agente, que parecía tener prisa, siguió recto y ni siquiera se fijó en<br />

Aomame. Justo antes de cruzarse con él, se dio cuenta de que la vestimenta del<br />

policía era diferente de la habitual. Aquél no era el uniforme de policía que estaba<br />

acostumbrada a ver. Era la misma chaqueta azul marino, pero la forma variaba un<br />

poco. Tenía una hechura más informal. No sentaba tan bien como el antiguo. El<br />

material de ahora era más blando. Tenía el cuello pequeño y el azul marino era un<br />

poco más claro. Además, el modelo de pistola también había cambiado. El agente<br />

llevaba colgada en la cintura una automática grande. Normalmente, a la policía<br />

japonesa le asignaban revólveres. En un país como Japón, donde los crímenes con<br />

arma de fuego son tan escasos, y puesto que las ocasiones en las que la policía se veía<br />

envuelta en tiroteos eran prácticamente inexistentes, bastaba con revólveres de seis<br />

disparos de los antiguos. Los revólveres tenían un mecanismo más sencillo, eran<br />

baratos, apenas causaban accidentes y resultaban fáciles de conseguir. Sin embargo,<br />

aquel agente, por algún motivo, llevaba una pistola de último modelo que permitía<br />

disparar de modo semiautomático. De las que se pueden recargar con dieciséis balas<br />

de nueve milímetros. Quizá fuera una Glock o una Beretta. ¿Qué habría pasado?<br />

¿Habrían modificado los modelos de uniforme y de pistola sin que nadie se enterara?<br />

No, no lo creía. Aomame siempre revisaba detenidamente los artículos de los<br />

periódicos. Si se produjera un cambio así, lo habrían publicado en grande. Y ella se<br />

habría fijado otra vez en los policías. Hasta aquella mañana, hacía tan sólo unas<br />

pocas horas, los policías llevaban su traje rígido de toda la vida y el tosco revólver de<br />

siempre. Lo recordaba con claridad. Aquello era raro.<br />

Pero no disponía de tiempo para pararse a pensar en aquello. Tenía un trabajo<br />

pendiente.

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