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Al final también se echó a llover. Grandes gotas empezaron a golpear<br />

fuertemente las ventanas de la habitación del hotel. No obstante, Aomame apenas las<br />

percibía.<br />

—Eres libre de creer o no creer. Pero más vale que me creas, porque es la pura<br />

verdad —dijo el hombre.<br />

—¿Se acuerda todavía de mí, después de veinte años sin vernos? ¿A pesar de<br />

que apenas hablamos...?<br />

—Tú le cogiste de la mano con fuerza en un aula vacía del colegio. A los diez<br />

años. Para hacerlo debiste de sacar todo tu valor...<br />

Aomame frunció violentamente el ceño.<br />

—¿Cómo lo sabes?<br />

El hombre no respondió.<br />

—Tengo no ha olvidado nada de eso y ha estado pensando todo el tiempo en ti.<br />

Incluso ahora sigue pensando en ti. Créeme. Sé muchas cosas. Por ejemplo, aún hoy,<br />

cuando te masturbas piensas en él. Te acuerdas de él. ¿No es cierto?<br />

Aomame abrió un poco la boca pero se quedó sin palabras. Sólo respiró<br />

superficialmente.<br />

—No tienes por qué avergonzarte. Forma parte de la naturaleza humana. El hace<br />

lo mismo y también piensa en ti. Incluso ahora.<br />

—¿Cómo narices puedes...?<br />

—¿Que cómo lo sé? Abriendo los oídos. Porque mi trabajo consiste en escuchar<br />

la voz.<br />

Aomame no supo si echarse a reír a carcajadas o echarse a llorar. Pero ambas<br />

cosas le resultaban imposibles. Se había quedado petrificada, incapaz de decidirse<br />

por una u otra; simplemente sin habla.<br />

—No hay nada que temer —dijo el hombre.<br />

—¿Temer?<br />

—Tienes miedo. Del mismo modo que la gente del Vaticano temió en su día<br />

aceptar la teoría heliocéntrica. No era que creyeran en la infalibilidad de la teoría<br />

ptolemaica, sino que, simplemente, temían la nueva situación que se produciría al<br />

aceptar la teoría heliocéntrica. A decir verdad, la Iglesia católica todavía no ha<br />

aceptado de forma oficial esa teoría. Igual que tú. Aún temes tener que abandonar la<br />

recia armadura defensiva que has llevado puesta durante tanto tiempo.<br />

Aomame sollozó varias veces, cubriéndose el rostro con las manos. No quería<br />

hacerlo, pero fue incapaz de contenerse. Ella quería reírse de todo aquello, pero le<br />

resultaba imposible.

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