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AOMAME<br />

Ponga un tigre en su automóvil<br />

Capítulo 23<br />

Aomame se despertó pasadas las seis de la mañana. Era un día hermoso y<br />

despejado. Preparó café en la cafetera, hizo unas tostadas y se las comió. También<br />

preparó huevos cocidos. Vio las noticias en la televisión y comprobó que todavía no<br />

se había informado del fallecimiento del líder de Vanguardia. Se habrían deshecho<br />

del cadáver a hurtadillas, sin avisar a la policía y sin comunicárselo a nadie. En ese<br />

caso, no tenía nada que objetar. No era un asunto importante. Un muerto era un<br />

muerto, independientemente de cómo se deshicieran de él. El hecho de que estaba<br />

muerto no iba a cambiar.<br />

A las ocho tomó una ducha, se cepilló con cuidado el cabello frente al espejo del<br />

lavabo y se pintó los labios de un rojo suave, que casi no se notaba. Se puso unas<br />

medias. Se puso la blusa de seda blanca y el estiloso traje de Junko Shimada que<br />

había colgado en el armario. Mientras se meneaba y se retorcía una y otra vez para<br />

acostumbrar el cuerpo al sujetador con aros y relleno, pensó que le habría gustado<br />

tener el pecho un poco más grande. Debía de haber pensado aquello delante del<br />

espejo unas setenta y dos mil veces. «¿Y qué importa? Piense lo que piense, y cuantas<br />

veces lo piense, no deja de ser mi voluntad. ¿Qué problema hay en que lo piense una<br />

vez más después de setenta y dos mil veces? Al menos mientras esté viva pensaré lo<br />

que quiera, como quiera y cuando quiera. Nadie va a protestar.» A continuación se<br />

calzó los zapatos de tacón de Charles Jourdan.<br />

Aomame se colocó frente al espejo de tamaño natural que había en la entrada y<br />

comprobó que su vestimenta era impecable. Levantó levemente los hombros delante<br />

del espejo y pensó que se parecía a Faye Dunaway en El caso de Thomas Crown. En esa<br />

película, interpretaba a una aguda investigadora de una agencia de seguros fría como<br />

un cuchillo. Era sexy, impasible, y los trajes de ejecutiva le sentaban de maravilla.<br />

Aunque, obviamente, Aomame no se parecía a Faye Dunaway, tenía cierto aura. Por<br />

lo menos, tenía algo de ella. Un aura especial que sólo una profesional de primera

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