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luego, después de confirmar que «lo había enviado al otro barrio», se marchaba.<br />

Hasta entonces, todo había transcurrido de forma armoniosa y organizada.<br />

—Pero, en lo que respecta a este trabajo, aunque me duela, tengo que abusar, en<br />

cierto modo, de su confianza. El programa aún no está lo bastante maduro, hay<br />

diversos factores indeterminados y existe la posibilidad de que no se pueda facilitar<br />

la situación que hasta ahora siempre habíamos preparado. Las circunstancias<br />

cambian ligeramente con respecto a las de siempre.<br />

—¿De qué manera cambian?<br />

—El hombre no es una persona con un estatus normal y corriente —dijo la<br />

anciana, midiendo con cuidado sus palabras—. Para empezar, lleva una escolta muy<br />

estricta.<br />

—¿Se trata de un político?<br />

La anciana negó con la cabeza.<br />

—No, no es un político. Ya hablaremos de ese asunto más tarde También he<br />

estudiado detenidamente la posibilidad de no tener que enviarla a usted. Pero, por<br />

ese lado, cualquier opción no parecía que fuera a salir bien. La manera convencional<br />

de hacerlo no vale en este caso. Lo siento mucho, pero no se me ocurre otro remedio<br />

que pedírselo a usted.<br />

—¿Es un trabajo urgente? —preguntó Aomame.<br />

—No, no es urgente. Tampoco hay un plazo determinado para realizarlo. Sin<br />

embargo, si tardáramos, el número de personas afectadas podría aumentar. Y la<br />

oportunidad que nos han concedido tiene un límite. No se puede prever cuándo se<br />

nos presentará la siguiente.<br />

Al otro lado de la ventana había oscurecido por completo y el solárium estaba<br />

envuelto en silencio. «¿Habrá salido la Luna?», pensó Aomame. Pero desde el lugar<br />

en el que estaba sentada no se veía el exterior.<br />

—Voy a explicarle la situación con el máximo detalle posible. Pero antes me<br />

gustaría que conociera a alguien. Ahora iremos a su encuentro —dijo la anciana.<br />

—¿Vive esa persona en la casa de acogida? —preguntó Aomame.<br />

La señora aspiró despacio y desde el fondo de la garganta se oyó un pequeño<br />

ruido. En sus ojos había aflorado una luz especial que normalmente no se podía<br />

captar.<br />

—La enviaron hace seis semanas de la consultoría. Ha estado cuatro semanas sin<br />

abrir la boca; ha perdido totalmente el habla, como en un estado de abstracción. Sólo<br />

sabemos su nombre y edad. La ampararon cuando la encontraron alojada en una<br />

estación, con un aspecto horrible; y, después de un tira y afloja, nos la enviaron aquí.<br />

Con el tiempo, he conseguido poco a poco hablar con ella. Me ha llevado tiempo<br />

hacerle entender que éste es un lugar seguro y que no tiene nada que temer. Ahora

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