13.05.2013 Views

pablo.pdf

pablo.pdf

pablo.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

«Por fin, heme aquí en un punto de partida», pensó Tengo. La verdad definitiva<br />

no se había aclarado, pero había logrado vislumbrar algo parecido a la verdad sobre<br />

su nacimiento a partir de lo que su padre le había dicho y de su actitud. La «imagen»<br />

que lo había atormentado y confundido durante tanto tiempo no era una mera<br />

ilusión desprovista de sentido. No sabía con precisión hasta qué punto reflejaba la<br />

realidad, pero probablemente fuera la única información que su madre le había<br />

dejado y, para bien o para mal, se había transformado en la base de su vida.<br />

Habiéndolo esclarecido, Tengo se sentía como si se hubiera quitado un peso de<br />

encima. Una vez eliminado, se daba cuenta de todo el peso que había tenido que<br />

soportar hasta entonces.<br />

Aquella inusitada calma y tranquilidad se prolongó durante las dos semanas<br />

siguientes. Fueron como una larga bonanza. Durante las vacaciones de verano,<br />

Tengo daba clases cuatro días a la semana en la academia y el resto del tiempo lo<br />

dedicaba a la escritura. Nadie se puso en contacto con él. Tengo carecía de<br />

información sobre cómo evolucionaba el caso de la desaparición de Fukaeri o sobre si<br />

La crisálida de aire seguía vendiéndose todavía. Por otra parte, tampoco quería saber<br />

nada de ello. El mundo podía avanzar a su ritmo. Si hubiera algún asunto, ya se<br />

encargarían ellos de avisarlo.<br />

Terminó agosto y llegó septiembre. «Estos días de tranquilidad no durarán para<br />

siempre», pensó Tengo una mañana para sus adentros mientras se preparaba un café.<br />

Si lo expresara en voz alta, quizás algún demonio de oído agudo lo escucharía, así<br />

que rezó calladamente para que aquella quietud continuara. Pero, como siempre, las<br />

cosas nunca salen como uno desea. Es más, el mundo parecía conocer a la perfección<br />

qué era lo que él no deseaba.<br />

Pasadas las diez de la mañana de aquel día, el teléfono se puso a sonar. Tras<br />

dejarlo sonar siete veces, Tengo estiró el brazo con resignación y cogió el aparato.<br />

—Puedo ir ahí ahora —dijo alguien en voz baja. Que Tengo supiera, sólo había<br />

una persona en el mundo que pudiera formular una pregunta sin entonación<br />

interrogativa. De fondo oyó un anuncio por megafonía y el ruido de tubos de escape.<br />

—¿Dónde estás ahora? —preguntó Tengo.<br />

—En la entrada de una tienda que se llama Marusho.<br />

Desde el edificio donde vivía hasta ese supermercado no había ni doscientos<br />

metros de distancia. Llamaba desde la cabina pública que había allí.<br />

Tengo miró de forma involuntaria a su alrededor.<br />

—No sé si será buena idea que vengas... Alguien podría estar vigilando mi piso.<br />

Y para el resto de la gente, tú estás desaparecida.<br />

—Puede que alguien esté vigilando el piso. —Fukaeri repitió las palabras de<br />

Tengo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!