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Tengo se quedó callado, mirando a Ushikawa.<br />

—Desde luego, las relaciones entre hombres y mujeres no se pueden explicar<br />

mediante la lógica. La monogamia adolece de numerosas contradicciones. Pero, si me<br />

permite que le dé un consejo, si esa mujer se ha ido de su lado, creo que es mejor que<br />

lo deje estar. Lo que quiero decirle es que en este mundo hay cosas que es mejor no<br />

saberlas. Por ejemplo, lo mismo ocurre con respecto a su madre. Conocer la verdad<br />

puede herirlo a uno. Además, una vez que se conoce la verdad, no pueden evitarse<br />

las responsabilidades que ello acarrea.<br />

Tengo frunció el ceño y contuvo el aliento durante un rato.<br />

—¿Sabe usted algo de mi madre?<br />

Ushikawa se relamió ligeramente los labios.<br />

—Sí, sé ciertas cosas. El investigador se informó con detalle al respecto, así que si<br />

desea saber más, podríamos facilitarle información sobre su madre. Por lo que he<br />

podido entender, usted se ha criado sin saber nada de ella. Pero quizás incluya algún<br />

dato que no le haga mucha gracia.<br />

—Señor Ushikawa —dijo Tengo. Entonces echó la silla hacia atrás y se levantó—.<br />

Haga el favor de marcharse de inmediato. No quiero seguir hablando con usted. Y no<br />

vuelva a presentarse delante de mí. Prefiero que me inflijan algún daño antes que<br />

negociar con usted. No necesito sus subvenciones, ni sus garantías de seguridad. Lo<br />

único que deseo es no volver a verlo nunca más.<br />

Ushikawa no mostró reacción alguna. Quizá le habían dicho cosas mucho peores<br />

en otras ocasiones. En el fondo de sus ojos se percibía una tenue luz semejante a una<br />

sonrisa.<br />

—Perfecto —dijo Ushikawa—, De todos modos, me alegro de haber oído una<br />

respuesta. Ha respondido «no». La propuesta ha sido rechazada. Simple y llanamente. Se<br />

lo comunicaré a mis superiores, porque yo no soy más que un mandado. Que haya<br />

respondido no, no quiere decir que vaya a sufrir algún daño de inmediato. Sólo estoy<br />

diciendo que puede que lo sufra. A lo mejor todo acaba en nada. ¡Ojalá sea así! No, no<br />

miento, se lo digo de corazón. Porque a mí usted me cae bien. Yo a usted no debo de<br />

caerle nada bien, pero ¡qué se le va a hacer! Soy un hombre disparatado que le he<br />

venido con una historia disparatada. En efecto, incluso mi apariencia es penosa a más<br />

no poder. Nunca me ha importado gustarle a los demás. Aunque le desagrade, siento<br />

cierta simpatía por usted, señor Kawana. ¡Ojalá no le ocurra nada y triunfe usted en<br />

la vida! —Dicho eso, Ushikawa observó los dedos de sus manos. Unos dedos cortos y<br />

rechonchos. Los movió varias veces. A continuación se levantó—. Siento haberlo<br />

molestado. Por cierto, ésta debería ser la última vez que me vea. Sí, tratare de<br />

cumplir su deseo, señor Kawana. Le deseo toda la suerte del mundo. ¡Adiós!<br />

Ushikawa cogió la cartera de piel gastada que había dejado en la silla de al lado<br />

y desapareció entre la muchedumbre que se agolpaba en la cafetería. A medida que

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