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llevar a Fukaeri a algún sitio Menos mal que Fukaeri no usaba perfume, ni colonia. Si<br />

quedara el olor de alguien en la cama, su novia lo captaría al instante. Tengo sabía<br />

bien que a ella no se le pasaba un detalle y que además era celosa. De vez en cuando<br />

no le importaba hacer el amor con su marido, pero si Tengo salía con otras mujeres,<br />

se ponía de muy mal humor.<br />

—No es lo mismo que hacer el amor con mi marido —le explicó—. Es como si te<br />

hicieran dos facturas diferentes.<br />

—¿Dos facturas diferentes?<br />

—Quiero decir que los artículos de cada una son diferentes.<br />

—¿Te refieres a que utilizas diferentes partidas de sentimientos?<br />

—Eso es. Las partes del cuerpo son las mismas, pero los sentimientos los separo.<br />

Por eso no hay nada de malo. Como mujer madura que soy, puedo hacerlo. Pero a ti<br />

no te consiento que te acuestes con otras chicas.<br />

—No lo hago —le dijo Tengo.<br />

—Aunque no hagas el amor con ellas —dijo la novia—. Me siento ofendida sólo<br />

de pensar que existe esa posibilidad.<br />

—¿Sólo de pensar en esa posibilidad? —preguntó Tengo, sorprendido.<br />

—Creo que no entiendes los sentimientos de las mujeres. ¡Y eso que escribes<br />

novelas!<br />

—Lo que acabas de decir me parece injusto.<br />

—Quizá. Pero te voy a compensar por ello —le dijo ella. Y no fue mentira.<br />

Tengo estaba satisfecho de la relación que mantenía con su novia mayor que él.<br />

En sentido general, no era una belleza. Tenía unas facciones más bien únicas. Quizá<br />

se incluyera dentro del grupo de personas que se sienten feas. Pero, por alguna<br />

razón, a Tengo siempre le habían gustado sus facciones. Además, como pareja<br />

sexual, no había nada que reprocharle. Y no exigía mucho de Tengo: pasar tres o<br />

cuatro horas con él, una vez por semana, y hacer el amor con esmero. A ser posible,<br />

dos veces. Y no acercarse a otras mujeres. Eso era, básicamente, lo que le pedía. Ella<br />

estimaba a su familia y no tenía intención de destruirla por Tengo. Sólo que el sexo<br />

con su marido no la satisfacía lo suficiente. Los intereses de ambos coincidían, más o<br />

menos.<br />

Tengo no sentía especial apetito por otras mujeres. Lo que él deseaba, ante todo,<br />

era unas horas de libertad y tranquilidad. Habiendo asegurado una ocasión regular<br />

para practicar el sexo, no buscaba nada más en las mujeres. Conocer a una mujer de<br />

su misma edad, enamorarse, mantener relaciones sexuales y todas las<br />

responsabilidades que ello acarreaba no le entusiasmaba. Las etapas psicológicas por

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