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Era un programa hecho exclusivamente para sí misma. No lo utilizaba en las<br />

clases del gimnasio. Una persona normal no podía soportar tanto dolor. La mayoría<br />

de sus compañeros instructores daría alaridos al probarlo.<br />

Mientras despachaba los ejercicios, escuchaba un disco de la Sinfonietta de<br />

Jan{ček dirigida por George Szell. Aunque la Sinfonietta se terminó al cabo de unos<br />

veinticinco minutos, le dio tiempo de torturar sus músculos de manera bastante<br />

eficaz. No había sido ni demasiado corto ni demasiado largo. El tiempo justo.<br />

Cuando la pieza se terminó y el brazo de la aguja regresó automáticamente a su<br />

posición original tras detenerse el plato, Aomame tenía la cabeza y el cuerpo como<br />

un trapo estrujado.<br />

Aomame ya se sabía de memoria la Sinfonietta, de principio a fin. Al escuchar<br />

aquella música mientras estiraba hasta el límite su cuerpo, sentía una misteriosa<br />

calma. En ese instante, ella torturaba y al mismo tiempo era torturada. Forzaba y al<br />

mismo tiempo era forzada. Era justo esa autosuficiencia interna lo que buscaba y lo<br />

que la apaciguaba. La Sinfonietta de Jan{ček se había convertido en una buena banda<br />

sonora para ello.<br />

Antes de las diez de la noche sonó el teléfono. Al coger el auricular, se oyó la voz<br />

de Tamaru.<br />

—¿Qué planes tienes para mañana? —preguntó.<br />

—Acabo el trabajo a las seis y media.<br />

—¿Podrías pasarte por aquí luego?<br />

—Sí —respondió Aomame.<br />

—Perfecto —dijo Tamaru. Se oyó el ruido de un bolígrafo escribiendo en una<br />

agenda.<br />

—Por cierto, ¿habéis comprado otro perro? —preguntó Aomame.<br />

—¿Perro? ¡Ah! Sí, otro pastor alemán hembra. Aún no sé bien qué carácter tiene,<br />

pero ha recibido un adiestramiento básico y parece que escucha lo que se le dice.<br />

Llegó hace unos diez días y es bastante dócil. Las chicas también se sienten más<br />

tranquilas con el perro.<br />

—Me alegro.<br />

—Esta se contenta con comida para perro normal y corriente. No da la lata.<br />

—Normalmente, los pastores alemanes no comen espinacas.<br />

—Aquélla era, sin duda, una perra rara. Y dependiendo de la estación del año,<br />

las espinacas no eran nada baratas... —se quejó Tamaru con un aire de añoranza. A<br />

continuación, hizo una pausa de unos segundos y cambió de tema—. Hoy la Luna<br />

está preciosa.

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