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—Tal vez le comunicaron a su marido que ella se veía conmigo.<br />

Ushikawa frunció los labios, formando un círculo, con expresión de perplejidad.<br />

—¿Para qué íbamos nosotros a hacer algo así?<br />

Tengo, que tenía ambas manos sobre las rodillas, hizo fuerza con ellas.<br />

—Me preocupa lo que me dijo el otro día por teléfono.<br />

—¿Qué demonios le dije?<br />

—Que al pasar cierta edad, la vida no es más que un proceso de pérdida<br />

continuada. Las cosas importantes caen de nuestras manos como los pétalos de una<br />

flor. Las personas que amamos van desapareciendo de nuestro alrededor, una a una.<br />

A eso me refiero. ¿No se acuerda?<br />

—Sí, me acuerdo. Es verdad que dije eso el otro día. Pero, señor Kawana, yo<br />

simplemente estaba generalizando. Sólo expresé mi humilde opinión sobre lo penoso<br />

y amargo que es envejecer. No me refería en concreto a esa tal Yasuda, o como se<br />

llame.<br />

—Pues a mí me sonó como una advertencia.<br />

Ushikawa sacudió la cabeza con vigor varias veces.<br />

—¡Qué va! No era una advertencia. Era una mera opinión personal. Le juro que<br />

no sé nada de nada sobre la señora Yasuda. ¿Ha desaparecido?<br />

—No he terminado: también me advirtió que si hacía caso omiso de lo que<br />

ustedes me decían, podría acarrearle consecuencias poco agradables a la gente que<br />

me rodea.<br />

—Sí, es verdad que lo dije.<br />

—¿Y acaso eso no es una advertencia?<br />

Ushikawa se guardó el pañuelo en el bolsillo de la americana y suspiró.<br />

—Ciertamente, suena como una advertencia, pero sólo estaba generalizando.<br />

Mire, señor Kawana, yo no sé nada de la señora Yasuda. Ni siquiera me suena ese<br />

nombre. Se lo juro por lo más sagrado.<br />

Tengo examinó una vez más su rostro. Quizá fuera cierto que no sabía nada de<br />

ella. La expresión de turbación en su cara parecía real. Pero que aquel hombre no<br />

supiera nada no quería decir que ellos no le hubieran hecho nada. A lo mejor,<br />

simplemente no le habían informado.<br />

—Señor Kawana, quizá me meta en donde no me llaman, pero tener una relación<br />

con una mujer casada es peligroso. Es usted un hombre soltero, joven y sano. Seguro<br />

que tiene a su disposición a cuantas chicas jóvenes quiera sin necesidad de correr ese<br />

tipo de riesgos. —Dicho lo cual, Ushikawa lamió habilidosamente las migas de bollo<br />

que tenía en los labios.

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