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—Mi mujer falleció hace diez años —dijo el profesor. Luego hizo una breve<br />

pausa—. Tuvo un accidente de coche y se murió en el acto. Nos quedamos los dos<br />

solos. Una pariente lejana vive en este barrio y nos ayuda con las faenas de la casa.<br />

También se ocupa de las niñas. La muerte de mi esposa fue muy dura para mí y para<br />

Azami, porque ocurrió de golpe y no estábamos preparados. Por eso, la llegada de<br />

Eri y nuestra convivencia con ella supusieron un motivo de alegría para nosotros.<br />

Aunque no hablara, sólo el hecho de tenerla junto a nosotros ya hacía que nos<br />

sintiéramos, extrañamente, más tranquilos. Durante estos siete años, Eri ha ido<br />

recuperando el habla, aunque haya sido de forma paulatina. Su capacidad para<br />

hablar ha mejorado visiblemente respecto a cuando llegó a nuestra casa. Supongo<br />

que a los demás esa manera de hablar les parecerá anormal y extraña. Pero para<br />

nosotros ha hecho grandes progresos.<br />

—¿Ahora no va al colegio?<br />

—No, no va. En estos momentos sólo está matriculada. Realmente es imposible<br />

que continúe con la vida escolar; así que algunos alumnos que vienen a casa y yo<br />

somos los que le damos clases particulares cuando tenemos tiempo libre. Sin<br />

embargo, como al fin y al cabo no es más que un revoltijo, no se puede decir que se<br />

trate de una educación sistematizada. Como le costaba leer por sí sola, decidimos<br />

leerle en voz alta cuando se nos presentaba la ocasión. También le hemos comprado<br />

y puesto a su disposición casetes con historias leídas. Ésa es toda la educación que<br />

recibe. Pero sorprende lo inteligente que es esta chica. Todo lo que se propone<br />

aprender, lo aprende de manera eficiente en muy poco tiempo. Tiene una capacidad<br />

pasmosa. Sin embargo, lo que no le interesa, lo ignora por completo. La diferencia es<br />

muy grande.<br />

La puerta de la sala de visitas todavía estaba cerrada. Hervir el agua y servir el té<br />

debía de llevar su tiempo.<br />

—Entonces, ¿Eri le contó la historia de La crisálida de aire a Azami? —preguntó<br />

Tengo.<br />

—Como te he dicho antes, Eri y Azami se encerraban juntas en su habitación<br />

hasta el anochecer. No sé qué hacían. Era su secreto. Pero parece que, a partir de<br />

cierto momento, el principal tema de conversación entre las dos era la historia que<br />

Eri narraba. Azami anotaba o grababa lo que Eri contaba y luego lo escribía en el<br />

ordenador que tengo en mi estudio. A partir de entonces, fue como si Eri recuperara<br />

paulatinamente los sentimientos. La indiferencia que la cubría entera, como una<br />

membrana, se rompió, su rostro volvió a tener cierta expresividad y empezó a<br />

parecerse más a la Eri de antes.<br />

—¿Desde entonces empezó a recuperarse?<br />

—No del todo. Sólo de manera parcial. Pero ha sucedido así. Seguramente<br />

empezara a recuperarse gracias al hecho de narrar esa historia.<br />

Tengo reflexionó sobre ello. A continuación, cambió de tema.

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