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de ella, les sirvió con esmero. La señora llevaba un bonito vestido liso de color verde<br />

claro de corte y confección (parecía un Givenchy de los sesenta), con un collar de<br />

jade. A media cena, el gerente se acercó y la saludó respetuosamente. En la carta<br />

había numerosos platos de verduras de gusto sencillo y delicado. La sopa especial<br />

del día era, casualmente, una sopa de guisantes. La anciana se bebió una sola copa de<br />

Chablis, y Aomame la acompañó. Era un vino de un sabor tan suave y delicado como<br />

el de la comida. Aomame pidió de primero un pescado blanco a la brasa. La señora,<br />

un plato sólo de verduras. La manera que tenía de comer verduras era bella, como<br />

una obra de arte. «Cuando se tiene mi edad, con comer un poquito ya es suficiente<br />

para vivir», le dijo. A continuación, añadió medio en broma: «Si es posible, sólo<br />

productos de primera calidad».<br />

La anciana quería que Aomame la entrenara personalmente. Le preguntó si<br />

podría enseñarle artes marciales en su casa dos o tres días por semana. Si era posible,<br />

también deseaba hacer estiramiento de músculos.<br />

—Claro que es posible —respondió Aomame—. Aunque para entrenamientos<br />

personales a domicilio, tiene que pasar por la recepción del gimnasio.<br />

—Perfecto —dijo la señora—. Pero acordemos el horario directamente entre las<br />

dos. Prefiero evitar que alguien se interponga y las cosas se compliquen. ¿Le<br />

importa?<br />

—No.<br />

—Entonces empezaremos a partir de la semana que viene —dijo la señora.<br />

Los negocios se terminaron ahí.<br />

—El otro día hubo algo que usted dijo en el gimnasio que me admiró. Habló<br />

sobre la debilidad. Que la debilidad daña a la gente o algo así. ¿Se acuerda?<br />

Aomame asintió.<br />

—Sí que me acuerdo.<br />

—¿Le importa que le haga una pregunta?—dijo la señora—. Será una pregunta<br />

directa, para ahorrar tiempo.<br />

—Pregúnteme lo que desee —dijo Aomame.<br />

—¿Es usted feminista o lesbiana?<br />

Aomame se puso un poco colorada y a continuación negó con la cabeza.<br />

—No. Tengo una forma de pensar muy particular. No soy ni feminista ni<br />

lesbiana.<br />

—Está bien —dijo la anciana. Luego, como aliviada, se llevó brócoli a la boca con<br />

suma elegancia, lo masticó con suma elegancia y bebió un trago de vino. A<br />

continuación, volvió a hablar—. A mí no me importaría ni lo más mínimo que usted

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