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No había nada más relajante que aquello: comprar varias novedades en una librería,<br />

entrar en algún bar de la zona y pasar las páginas con una bebida en la mano.<br />

Sin embargo, aquella noche era incapaz de concentrarse en la lectura. La imagen<br />

de su madre que siempre le aparecía en las visiones surgió vagamente antes sus ojos<br />

y no desaparecía. Ella se desanudaba el lazo de la combinación blanca, se sacaba<br />

aquel bello pecho y hacía que un hombre le chupara los pezones. Aquel hombre no<br />

era su padre. Era más grande y joven, con un semblante bien proporcionado. En la<br />

cuna, Tengo dormía profundamente, con los ojos cerrados. Mientras el hombre le<br />

chupaba los pezones, el rostro de la madre tenía una expresión de éxtasis. Se parecía<br />

mucho a la expresión que su novia mayor tenía cuando se acercaba al orgasmo.<br />

Tengo se lo había pedido varias veces por curiosidad:<br />

—Eh, ¿podrías ponerte una combinación blanca un día de estos?<br />

—Claro —le había dicho ella, entre risas—. La próxima vez la traigo. Si a ti te<br />

gusta... ¿Quieres pedirme algo más? Que no te dé reparo, sea lo que sea, yo te<br />

escucho.<br />

—Si es posible, ponte también una blusa blanca. Cuanto más sencilla, mejor.<br />

A la semana siguiente, ella vino vestida con una blusa y una combinación<br />

blancas. Él le quitó la blusa, le desanudó el lazo de la combinación y le chupó los<br />

pezones que se escondían debajo. Lo hizo de la misma manera y en la misma<br />

posición que el hombre que salía en sus visiones. En ese momento sintió un ligero<br />

mareo. Una neblina de confusión turbó su cabeza y las cosas se volvieron imprecisas.<br />

Tuvo una sensación de languidez en la mitad inferior del cuerpo y el miembro se le<br />

hinchó con rapidez. Cuando se dio cuenta, estaba estremeciéndose y eyaculando<br />

fuertemente.<br />

—¡Eh! ¿Qué ha pasado? ¿Ya te has corrido? —preguntó ella sorprendida.<br />

Tengo no sabía qué le había pasado, pero estaba eyaculando sobre la cintura de<br />

ella, por encima de la combinación.<br />

—Lo siento —se disculpó Tengo—. No era mi intención, pero...<br />

—No tienes que disculparte —lo animó la novia—. Esto lo limpio en un tris<br />

debajo del grifo. Es lo de siempre. Si echaras salsa de soja o vino tinto, ya sería más<br />

fastidioso de quitar.<br />

Se quitó la combinación, fue al lavabo y lavó la parte manchada de semen<br />

frotándola. Luego la puso a secar sobre la vara de la cortina de la ducha.<br />

—Debías de estar muy excitado —le dijo ella, y sonrió cariñosamente. Luego le<br />

acarició el abdomen despacio con la palma de la mano—. Te gustan las<br />

combinaciones blancas, ¿eh, Tengo?<br />

—No, no es eso —respondió Tengo. Sin embargo, no pudo explicarle la razón<br />

verdadera por la cual se lo había pedido.

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