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personas fueron convocadas en la sede local de la ciudad. Quizá para ponerse de<br />

acuerdo en cómo conseguir que el cadáver pasara inadvertido. Esos tipos son unos<br />

expertos en operaciones de semejante calibre. Y a la una de la madrugada un<br />

Mercedes Benz de clase S con cristales ahumados y una Toyota Hiace con las<br />

ventanillas tintadas salieron del aparcamiento del hotel. Ambos tenían matrícula de<br />

Yamanashi. Probablemente no hayan llegado a la sede de Vanguardia hasta el<br />

amanecer. El día anterior realizaron una investigación policial, pero no fue seria; la<br />

policía hizo su trabajo y se retiró enseguida. En la comunidad hay un incinerador<br />

enorme. Arrojando allí el cadáver, no quedará ni un hueso. Se convertirá en puro<br />

humo.<br />

—¡Qué macabro!<br />

—Sí, son unos tipos siniestros. Aunque el líder está muerto, la organización<br />

sigue funcionando por el momento. Igual que una serpiente cuando se sigue<br />

moviendo después de que le hayan cortado la cabeza. Le falta la cabeza y no sabe<br />

bien hacia dónde ir. Es difícil de predecir qué ocurrirá a continuación. Quizá se<br />

muera al cabo de poco tiempo o quizá le nazca una nueva cabeza.<br />

—Aquel hombre no era normal.<br />

Tamaru no manifestó su parecer al respecto.<br />

—Esta vez ha sido muy diferente —dijo Aomame.<br />

Tamaru sopesó el eco en las palabras de Aomame y luego habló:<br />

—Que esta vez ha sido muy diferente también me lo imagino yo. Pero<br />

deberíamos pensar en lo que va a ocurrir a partir de ahora. Y en serio. Si no, no<br />

sobreviviremos.<br />

Aomame quiso decir algo, pero las palabras no le salieron. El estremecimiento<br />

todavía permanecía en su cuerpo.<br />

—Madame quiere hablar contigo —dijo Tamaru—. ¿Es posible?<br />

—Claro —contestó Aomame.<br />

La señora se puso al teléfono. En su voz se percibía el color del alivio.<br />

—Se lo agradezco. Tanto que no puedo expresarlo con palabras. Ha vuelto a<br />

realizar un trabajo impecable.<br />

—Muchas gracias. Pero creo que no podré volver a hacer algo así nunca más —<br />

dijo Aomame.<br />

—Lo sé. Le pedí lo imposible. Estoy feliz de que haya vuelto usted sana y salva.<br />

No pienso volver a pedirle algo así. Se ha terminado. Le he preparado un lugar en el<br />

que podrá estar tranquila. Usted no se preocupe. Haga el favor de permanecer a la<br />

espera en esa casa de acogida. Entretanto dispondré todo para que comience una<br />

nueva vida.

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