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cafetera y sándwiches que debían de haber pedido al servicio de habitaciones. De los<br />

sándwiches sólo quedaba la mitad. A un lado había dos tazas de café sin usar. El de<br />

la coleta estaba sentado en una silla de estilo rococó junto a la puerta en la misma<br />

posición erguida de antes. Parecía que habían permanecido mucho tiempo callados y<br />

en la misma postura. En la habitación se respiraba ese ambiente contenido.<br />

Cuando Aomame entró en la sala, el rapado dejó la taza de café que tenía en la<br />

mano sobre el platillo y se levantó pausadamente.<br />

—He terminado —dijo Aomame—. Ahora está dormido. Me ha llevado bastante<br />

tiempo. La carga que tenía en los músculos era enorme. Déjenlo dormir.<br />

—Está dormido.<br />

—Como un tronco —dijo Aomame.<br />

El rapado miró a Aomame a la cara. La observó minuciosamente. A<br />

continuación, bajó la vista despacio hasta la punta de los pies, para comprobar que<br />

no había ningún cambio, y luego volvió a alzarla y la miró a la cara.<br />

—¿Es normal?<br />

—Hay mucha gente que se queda profundamente dormida después de que les<br />

liberen del intenso estrés acumulado en los músculos. No se trata de nada especial.<br />

El rapado caminó hasta la puerta que separaba aquella sala de estar del<br />

dormitorio, giró el picaporte sin hacer ruido, abrió un poco la puerta y escudriñó<br />

dentro. Aomame se llevó la mano a la cintura del pantalón para sacar de inmediato la<br />

pistola si algo ocurriera. Tras observar la situación durante unos diez segundos, el<br />

hombre echó la cara hacia atrás y cerró la puerta.<br />

—¿Cuánto tiempo estará dormido? —le preguntó a Aomame—. No podemos<br />

dejarlo indefinidamente durmiendo así sobre el suelo...<br />

—Debería despertarse dentro de un par de horas. Si es posible, déjenlo en la<br />

misma posición hasta entonces.<br />

El rapado miró el reloj de pulsera y comprobó la hora. Luego asintió brevemente.<br />

—De acuerdo. Lo dejaremos así un rato —dijo el rapado—. ¿Desea utilizar la<br />

ducha?<br />

—No, no hace falta. Pero permítanme que me cambie otra vez.<br />

—Claro. Puede utilizar el tocador.<br />

Aomame habría querido largarse de aquella habitación ipso fado, sin cambiarse<br />

de ropa siquiera, pero era mejor no levantar sospechas. Cuando llegó, se había<br />

cambiado la ropa. Era necesario que se cambiara igualmente antes de marcharse. Fue<br />

al cuarto de baño y se desvistió. Se quitó la ropa interior sudada y, tras secarse el<br />

sudor con una toalla, se puso prendas limpias. Luego se puso los pantalones de<br />

algodón y la blusa blanca que había traído al principio. La pistola la había

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