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TENGO<br />

Capítulo 10<br />

Una revolución de verdad, con derramamiento de sangre real<br />

«Cambiamos de tren», dijo Fukaeri, y volvió a sujetarlo de la mano. Fue justo<br />

antes de que el tren llegara a la estación de Tachikawa.<br />

Mientras se apeaban del tren y subían y bajaban escaleras hasta llegar a otro<br />

andén, Fukaeri no le soltó la mano ni un instante. A los ojos de los demás debían de<br />

pasar por una pareja de enamorados. La diferencia de edad era considerable, pero<br />

Tengo aparentaba ser más joven de lo que era en realidad. La diferencia de tamaño<br />

entre los dos también debía de provocar sonrisas. Una feliz cita en una primaveral<br />

mañana de domingo.<br />

Sin embargo, en la mano con que Fukaeri lo sujetaba no se percibía ningún<br />

indicio de afecto hacia el sexo opuesto. Ella le agarraba constantemente la mano con<br />

una fuerza regular. En sus dedos había algo semejante a la extrema precisión<br />

profesional del médico que mide el pulso a un paciente. Quizá midiera a través del<br />

tacto de sus dedos y de la palma de su mano el flujo alterno de información que no<br />

podía transmitirse mediante palabras. De repente, a Tengo se le pasó esa idea por la<br />

cabeza. Pero suponiendo que el intercambio de información tuviera lugar, más que<br />

alterno sería una realidad unilateral. Puede que Fukaeri captase mediante la palma<br />

de su mano lo que el corazón de Tengo escondía, pero Tengo era incapaz de leer el<br />

corazón de Fukaeri. No obstante, a Tengo no le preocupaba demasiado, ya que no<br />

albergaba ninguna información o sentimiento que pudiera molestarle que Fukaeri<br />

supiera.<br />

«De todos modos, aunque no me contemple como a una persona del sexo<br />

opuesto, esta chica debe de sentir cierta simpatía por mí», supuso Tengo. Al menos<br />

no debía de haberle causado mala impresión. De no ser así, fuera cual fuera su<br />

intención, no lo agarraría de la mano durante tanto tiempo.<br />

Los dos se dirigieron al andén de la línea Ōme y se subieron al primer tren, que<br />

estaba esperando. Para ser domingo, el vagón estaba más lleno de familias y ancianos

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