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cobrado un poco de ánimo. Pero Tengo era incapaz de hacerlo. Y la oportunidad se<br />

había perdido para siempre.<br />

Incluso después de haber terminado la primaria y entrar en un colegio público<br />

de secundaria, Tengo siguió pensando en ella a menudo. Empezó a experimentar<br />

erecciones con más frecuencia y de vez en cuando se masturbaba pensando en ella. El<br />

siempre utilizaba la mano izquierda, en la cual aún permanecía la sensación que le<br />

había dejado al agarrarlo. En su memoria, Aomame era una niña delgaducha todavía<br />

sin pecho. Pero al imaginársela vestida con la ropa de gimnasia llegaba a eyacular.<br />

Luego pasó al instituto y empezó a salir con chicas de su edad. Ellas hacían<br />

resaltar la forma de sus nuevos pechos bajo la ropa. Al verlas, a Tengo le costaba<br />

respirar. Aun así, antes de dormir, Tengo sacudía la mano izquierda entre las<br />

sábanas, pensando en el pecho plano de<br />

Aomame, sin la sombra siquiera de una futura redondez. Y cada vez que lo<br />

hacía, le remordía la conciencia. Tengo creía que estaba haciendo algo incorrecto y<br />

retorcido.<br />

Al entrar en la universidad, no obstante, dejó de acordarse de ella con tanta<br />

frecuencia. El principal motivo era que salía con chicas de carne y hueso y había<br />

empezado a mantener relaciones sexuales de verdad. Físicamente, era un hombre<br />

desarrollado y, como era natural, la imagen de una niña de diez años delgaducha,<br />

ataviada con ropa de gimnasia, se encontraba a mucha distancia de sus objetos de<br />

deseo.<br />

Sin embargo, Tengo no volvió a sentir un estremecimiento tan intenso como el<br />

que había experimentado cuando Aomame le cogió de la mano en aquella aula del<br />

colegio. Ninguna de las mujeres que lo habían rondado en su época universitaria, o a<br />

las que había conocido tras dejar la universidad o en la actualidad había dejado una<br />

impronta tan viva en su corazón como la de aquella niña. Tengo tampoco había<br />

encontrado en ellas lo que realmente buscaba. Había conocido a mujeres bellas y a<br />

mujeres cariñosas. Mujeres que lo habían apreciado. Pero al final, tan pronto venían<br />

como se marchaban, igual que aves de colorido y vistoso plumaje que se posan en las<br />

ramas y luego se van volando a otra parte. Ellas no habían podido satisfacerlo y<br />

Tengo no había podido satisfacerlas a ellas.<br />

A Tengo le sorprendía que incluso ahora, cuando estaba a punto de cumplir los<br />

treinta, la imagen de aquella niña de diez años le viniera inconscientemente a la<br />

cabeza en momentos de mera abstracción, sin hacer nada. La niña le agarraba de la<br />

mano con fuerza en un aula, al terminar las clases, y escudriñaba sus ojos con aquella<br />

nítida mirada. O vestía su cuerpo enjuto con la ropa de gimnasia. O caminaba por el<br />

centro comercial de Ichikawa detrás de su madre en una mañana de domingo. Tenía<br />

los labios sellados y sus ojos no miraban a ninguna parte.

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