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preparatoria para la revolución. Su postura incondicional consistía en mantenerse<br />

ocultos, al mismo tiempo que se dedicaban a la agricultura, para, llegada la hora,<br />

tomar las armas y alzarse.<br />

La otra facción era la moderada, que, a pesar de compartir el ideario<br />

anticapitalista con la otra facción, se había distanciado de la política y aspiraba a una<br />

vida comunitaria autosuficiente en medio de la Naturaleza. La facción moderada<br />

representaba a la mayoría dentro de la hacienda. Los dos grupos eran como el aceite<br />

y el agua. En cuanto a las faenas del campo, como había un solo objetivo, no surgía<br />

ningún problema, pero cuando se trataba de tomar alguna decisión respecto a la<br />

dirección de toda la comuna, siempre había dos opiniones dispares. Muchas veces<br />

eran incapaces de llegar a un término medio. En esas ocasiones, solían producirse<br />

violentas discusiones. En semejante situación, la escisión de la comuna era cuestión<br />

de tiempo.<br />

A medida que el tiempo pasaba, la posibilidad de aceptar una tercera vía se iba<br />

reduciendo. Poco después, Fukada se vio obligado a tener que elegir de qué lado se<br />

posicionaba. Por aquella época, él también se daba cuenta de que en el Japón de los<br />

años setenta no había margen ni entusiasmo suficientes como para llevar a cabo una<br />

revolución. Además, lo que él siempre había tenido en mente era una revolución<br />

como posibilidad; incluso podría decirse una revolución como metáfora o hipótesis.<br />

Estaba convencido de que el ejercicio de ese pensamiento antisistema trasgresor era<br />

indispensable para una sociedad sana. Era, como si dijéramos, una pizca de<br />

salubridad. Sin embargo, los estudiantes a los que había liderado deseaban una<br />

revolución de verdad, con derramamiento de sangre real. Sin duda Fukada también<br />

era responsable. Dejándose arrastrar por la situación de la época, les había contado<br />

historias enardecedoras y les había metido pájaros en la cabeza. Eso no quería decir<br />

que les hubiera dicho: «¡La revolución es fantástica!». Era un hombre sincero e<br />

inteligente. Además de un excelente estudioso. Sin embargo, por desgracia, tenía<br />

demasiada labia y tendía a embriagarse con sus propias palabras, aparte de que<br />

carecía de una profunda capacidad de análisis y de experiencia.<br />

De ese modo fue como la comuna Vanguardia se dividió en dos. La facción<br />

moderada se quedó en la aldea, bajo el nombre de Vanguardia, y la facción a favor de<br />

la lucha armada se trasladó a otra aldea despoblada a unos cinco kilómetros de allí,<br />

en donde estableció su base para el movimiento revolucionario. La familia Fukada<br />

permaneció en Vanguardia, igual que todas las otras familias. Fue una separación<br />

más o menos amistosa. Al parecer, Fukada les consiguió el capital necesario para<br />

levantar otra comuna. Después de la separación, las dos haciendas mantuvieron una<br />

relación de cooperación abierta. Se intercambiaban el material que necesitaban y<br />

compartían las mismas vías de distribución de sus productos, por motivos<br />

económicos. Si las dos pequeñas comunas querían seguir subsistiendo, necesitaban<br />

ayudarse mutuamente.

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