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»No puedo ir al médico», pensó Aomame. «No me queda más remedio que<br />

solucionarlo por mí misma.<br />

«Intentaré hacer avanzar un poco más mi hipótesis.<br />

»Si eso fuera en verdad lo que ha sucedido, es decir, si el mundo en el que estoy<br />

ha sido realmente sustituido, ¿cuándo, dónde y cómo se ha producido ese cambio<br />

concreto de las agujas?»<br />

Aomame volvió a concentrarse y siguió sus recuerdos.<br />

La primera vez que percibió que una parte del mundo había cambiado fue unos<br />

días antes, cuando eliminó al especialista en yacimientos petrolíferos en la habitación<br />

de un hotel de Shibuya. Se bajó de un taxi en la Ruta 3 de la autopista metropolitana,<br />

descendió a la Ruta 246 por unas escaleras de emergencia, se cambió las medias y se<br />

dirigió a la estación de la línea Tókyō en Sangenjaya. Por el camino se cruzó con un<br />

joven agente de policía y se fijó por primera vez en que el aspecto de éste difería del<br />

de siempre. Ahí comenzó. Siendo así, el cambio de agujas del mundo quizá se había<br />

producido un poco antes, ya que un agente que había visto aquella misma mañana<br />

cerca de su casa llevaba el uniforme usual y un revólver de los viejos.<br />

Aomame recordó la extraña sensación que experimentó en el taxi al escuchar el<br />

comienzo de la Sinfonietta de Jan{ček, atrapada en el atasco. Aquella sensación como<br />

si le retorcieran el cuerpo. Igual que si le estrujaran toda su composición corporal,<br />

como una bayeta. «Entonces el conductor me dijo que había unas escaleras de<br />

emergencia en la autopista metropolitana y yo me quité los zapatos de tacón y<br />

descendí por aquellas peligrosas escaleras. Mientras bajaba descalza, con el viento<br />

soplando con fuerza, la fanfarria inicial de la Sinfonietta resonaba en mis oídos sin<br />

cesar. Quizá fue ése el comienzo», pensó Aomame.<br />

El conductor del taxi también le causó una impresión extraña. Aomame aún<br />

recordaba las palabras que pronunció cuando se despidieron. Esas palabras se<br />

reprodujeron en su cabeza con la máxima exactitud:<br />

«Cuando se hace algo así, el paisaje cotidiano tal vez parezca un poco diferente al de<br />

siempre. A mime ha pasado. Pero no se deje engañar por las apariencias. Realidad no hay más<br />

que una».<br />

«El conductor este dice cosas extrañas», pensó Aomame en aquel momento. Pero<br />

no entendía bien qué quería decir, ni le preocupaba demasiado. Ella tiró hacia<br />

delante con prisa, sin tiempo para reflexionar sobre asuntos complicados. Pero al<br />

reconsiderarlo todo, aquellas palabras le parecieron, realmente, inesperadas y<br />

extrañas. Se podían entender como un consejo y también como un mensaje<br />

insinuado. «¿Qué demonios habrá querido transmitirme el conductor?»<br />

Y la música de Jan{ček.

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