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—No es tan fácil. Me gustaría poder decirte que, si lo busco en el ordenador, lo<br />

sabré enseguida, pero, desgraciadamente, la informatización de la policía japonesa<br />

aún no está tan avanzada. Creo que todavía van a tener que pasar varios años hasta<br />

que eso ocurra. Por lo tanto, ahora mismo para saberlo tendría que preguntar a la<br />

policía de Yamanashi y pedirles que me envíen por correo una copia del expediente.<br />

Para ello, primero debo rellenar un formulario de solicitud de documentos, que tiene<br />

que recibir la aprobación de mis superiores. Obviamente, también tengo que dejar<br />

por escrito la razón de la solicitud. En fin, como ésta es una oficina gubernamental,<br />

nos pagan por hacer que todo sea más complicado de lo necesario.<br />

—¿Ah, sí? —dijo Aomame. Luego soltó un suspiro—. Entonces no es posible.<br />

—Pero ¿por qué quieres saberlo? ¿Tienes a algún conocido implicado en un caso<br />

relacionado con Vanguardia?<br />

Aomame titubeó y luego decidió hablarle con franqueza.<br />

—Casi. Tiene que ver con violaciones. En esta fase aún no puedo darte detalles,<br />

pero se trata de violaciones de niñas. Me han informado de que, bajo esa fachada<br />

religiosa, se cometen violaciones de forma sistemática.<br />

A través del auricular sintió que Ayumi estaba frunciendo ligeramente el ceño.<br />

—¡Hmm! ¿Violaciones? Es intolerable.<br />

—Por supuesto —dijo Aomame.<br />

—¿Cuántos años tienen las niñas?<br />

—Diez o menos. En todo caso, niñas a las que todavía no les ha venido la<br />

primera regla.<br />

Ayumi se quedó callada un buen rato al auricular. A continuación habló con una<br />

voz monótona.<br />

—De acuerdo. Si es así, pensaré en alguna solución. ¿Me das dos o tres días?<br />

—Claro. Ponte en contacto conmigo, por favor.<br />

Luego de charlar un rato sobre cosas triviales, Ayumi le dijo:<br />

—Bueno, tengo que volver al trabajo.<br />

Después de colgar el teléfono, Aomame, sentada en la butaca para leer, al lado<br />

de la ventana, observó su mano derecha durante un rato. Los dedos largos y finos y<br />

las uñas bien cortadas y arregladas pero sin esmalte. Al mirarlas, se avivó la idea de<br />

que su propia existencia no era más que una cosa frágil y efímera. Por ejemplo, ella<br />

no había elegido la forma de sus uñas. «Alguien la decidió a su antojo y yo sólo la<br />

recibí sin rechistar. Me gustara o no. ¿Quién demonios habrá decidido que mis uñas<br />

tengan esta forma?»

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