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Sin embargo, al pensar en la obra La crisálida de aire, su corazón se sentía<br />

intensamente perturbado, dividido. A pesar del peligro que suponía el plan de<br />

Komatsu, en aquel momento Tengo parecía incapaz de abandonar la corrección de la<br />

obra. Si hubiera sido antes de empezar a reescribir, quizás habría podido. Pero ya era<br />

demasiado tarde. Estaba metido hasta el cuello en aquella obra. Respiraba el aire de<br />

aquel mundo, se había adaptado a su fuerza de gravedad. La esencia de la historia<br />

había calado hondo en él, hasta las entrañas. Tengo sentía que debía corregir aquella<br />

historia. No había nadie más que pudiera hacerlo, era algo que valía la pena y que<br />

tenía que hacer.<br />

Tengo cerró los ojos e intentó tomar una decisión provisional ante aquella<br />

situación. Sin embargo, no pudo. A cualquier persona confusa y dividida le resultaría<br />

imposible tomar una decisión equilibrada.<br />

—¿Azami escribía lo que le contabas tal y como lo contabas? —preguntó Tengo.<br />

—Tal y como lo contaba —respondió Fukaeri.<br />

—Tú hablabas y ella escribía —dijo Tengo.<br />

—Pero tenía que hablar en voz baja.<br />

—¿Por qué tenías que hablar en voz baja?<br />

Fukaeri miró a su alrededor. Apenas había pasajeros. Sólo una madre con sus<br />

hijos pequeños, que estaban sentados en los asientos de enfrente, a cierta distancia.<br />

Los tres parecían haber salido para ir a divertirse a algún lugar. En el mundo existe<br />

gente así de feliz.<br />

—Para que ellos no nos escucharan —dijo Fukaeri en voz baja.<br />

—¿Ellos? —preguntó Tengo. Por la mirada perdida de la chica, supo que no se<br />

refería a la madre con sus hijos. Fukaeri estaba hablando de alguien en concreto, no<br />

presente, que ella conocía bien —y que Tengo desconocía.<br />

—¿Quiénes son ellos? —preguntó Tengo. Él también bajó un poco el volumen de<br />

su voz.<br />

Fukaeri se quedó callada, y una pequeña arruga se le formó en el entrecejo. Tenía<br />

los labios sellados.<br />

—¿La Little People? —inquirió Tengo.<br />

Como cabía esperar, no hubo respuesta.<br />

—Si la historia se llevara a la imprenta, se hiciera pública y diera de que hablar,<br />

¿no se enfadarían tal vez esos ellos de los que hablas?<br />

Fukaeri no contestó a la pregunta. Su mirada estaba ausente. Tras esperar un<br />

rato y comprobar que no iba a responder, Tengo le hizo otra pregunta.<br />

—¿No puedes decirme nada sobre ese profesor? ¿Cómo es?

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