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en ropa interior, y un hombre, que no era su padre, chupándole los pezones. Sus<br />

brazos rodeaban el cuerpo del hombre. ¿Podía un bebé de uno o dos años de edad<br />

reconocer las cosas de forma tan precisa? ¿Era posible recordar esa escena con tanta<br />

vivacidad? ¿Acaso no sería un falso recuerdo que Tengo había creado<br />

convenientemente, a posteriori, para protegerse?<br />

Quizá fuera posible. En cierto momento, su cerebro había inventado ese<br />

recuerdo de un hombre diferente (tal vez su verdadero padre), aprovechando un<br />

instante de inconsciencia, para demostrar que no era hijo biológico de aquella<br />

persona a quien llamaba padre y para intentar excluir a «la persona a quien llamaba<br />

padre» de un íntimo círculo consanguíneo. Al generar en su interior la hipotética<br />

existencia de una madre que seguía viva en algún lugar y de un padre verdadero,<br />

intentaba abrir una nueva puerta en su limitada y asfixiante vida.<br />

Sin embargo, el recuerdo iba acompañado de una viva sensación de realidad.<br />

Tenía, ciertamente, tacto, tenía gravedad, olor y profundidad. Se había adherido con<br />

una fuerza desmedida a las paredes de su conciencia, como una ostra pegada a un<br />

barco abandonado. Por más que intentara sacarlo o quitarlo lavándolo, era incapaz<br />

de despegarlo. A Tengo no le parecía, en absoluto, que aquel recuerdo fuera algo<br />

falso que su mente había inventado por necesidad. Era demasiado real y demasiado<br />

sólido para tratarse de una fantasía.<br />

Supongamos que es un recuerdo verdadero, genuino.<br />

No cabe duda de que Tengo, que era un bebé, se atemorizó al contemplar aquella<br />

escena. Otra persona chupaba los pechos que le pertenecían. Alguien mucho más<br />

fuerte que él. Y parecía que, por un instante, su madre se había olvidado de que él<br />

existía. Resultaba una situación fundamentalmente amenazante para la débil<br />

existencia de Tengo. Ese miedo primordial debió de quedarle grabado con fuerza en<br />

el papel fotosensible de su consciencia.<br />

Y el recuerdo de ese temor resurgió de repente, cuando menos se lo esperaba, se<br />

transformó en una riada y lo atacó. Un estado similar al pánico invadió a Tengo.<br />

Empezó a hablarle y le hizo recordar: «Vayas a donde vayas, hagas lo que hagas, no<br />

podrás escapar de la presión de esta agua. Este recuerdo determina tu persona,<br />

modela tu vida, te arrastra a cierto lugar específico. Por mucho que luches, no podrás<br />

librarte de esta fuerza».<br />

Luego, un pensamiento le vino de repente a la cabeza. Cuando sacó de la<br />

lavadora el pijama que Fukaeri se había puesto, se lo llevó a la nariz y lo olió, quizá<br />

buscaba en él el olor de su madre. Ésa fue la impresión que tuvo. Sin embargo, ¿por<br />

qué motivo tenía que buscar la imagen de su madre fallecida en el olor corporal de<br />

una chica de diecisiete años? Debía de haber otros lugares donde buscarla. Por<br />

ejemplo, en el cuerpo de su novia mayor que él.

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